Por Dr. Michael Laitman
La Cabalá construyó un lenguaje especial llamado el “Lenguaje de las Ramas”. La razón es que nada en nuestro mundo surgió por sí mismo, sino que fue creado y dirigido, por lo que requiere una explicación especial. Este lenguaje toma prestados términos de nuestro mundo para identificar percepciones espirituales.
El universo -con sus planetas, piedras, plantas, animales, el ser humano y todo lo que pasó, está pasando y pasará con él- desciende del Creador, pasa a través de todos los mundos espirituales y se manifiesta en el nuestro.
El Creador tiene un sistema de gobierno sobre nuestro mundo que se llama “mundo de Atzilut”, en hebreo significa “Donde Él”; es decir, donde el Creador. El mundo de Atzilut es una especie de “cerebro”, sin cuy o orden no pasaría nada en nuestro mundo. ¡Nada! Ni pensamientos, ni movimientos, ni guerras, ni descubrimientos, absolutamente nada...
Sin su dirección, ni un insecto se desplazaría, ni una brizna crecería. Nuestro universo se puede comparar con una “gigantesca computadora” que es gobernada por el mundo de Atzilut.
En otras palabras, todo lo que existe en nuestro mundo nace obligatoriamente en el Mundo Superior y luego desciende por los escalones espirituales. Hay una concordancia rigurosa entre los objetos de nuestro entorno y sus raíces situadas en el Mundo Superior, las cuales llamaremos “dobles espirituales”. Repetiremos esto una vez más: nuestro mundo es consecuencia del Mundo Espiritual. Los cabalistas sienten esto muy claramente, porque viven en ambos escenarios. Es decir, ellos ven el objeto superior -la “raíz” donde nace todo- y su consecuencia en nuestro mundo, llamada “rama”. Por eso, el lenguaje de la Cabalá recibió el nombre de “Lenguaje de las Ramas” y no “Lenguaje de las Raíces”, ya que los nombres de las ramas provienen de las raíces y no al revés.
Así, los cabalistas encontraron un modo de comunicación que permite describir el mundo espiritual en forma precisa, usando palabras de nuestro mundo. Ellos toman un nombre terrenal, por ejemplo “árbol”, y con su ayuda describen el objeto superior, o sea, la fuerza espiritual que ahora tiene el nombre “árbol”.
Sin embargo, si el lector no sabe que la Torá está escrita usando este lenguaje ¿qué es lo que ve entonces en el libro? Simplemente v e un relato sobre nuestro mundo. Sobre el “árbol” que crece en el jardín del paraíso, sobre la serpiente tentadora que le dijo algo a Eva, etcétera. Todo esto es absolutamente errado.
Como resultado de tales explicaciones, este libro -que está destinado a unir a nuestro mundo con el espiritual- corre el riesgo de caer al nivel de la literatura común y corriente. Si queremos aprender a dirigirnos hacia la raíz, veremos que las explicaciones están compuestas por simples palabras de este mundo, pero nos intrigará saber qué hay detrás de ellas, instándonos a investigar para obtener la respuesta.
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