Por Rav Dr. Michael Laitman
El mas
grande cabalista del Siglo 20, Rabí Yehuda Ashlag (Baal HaSulam), afirmó que el
“Nuevo Año” de toda la humanidad comenzó hace unos 500 años, con el
fallecimiento del ARÍ (Rabí Yitzhak Luria Ashkenazi), en el Siglo XVII.
Hoy día, 500 años después de ese cambio en las áreas
del pensamiento, sociedad, ciencia y tecnología, el avance no nos ha
proporcionado una vida mejor, al contrario, parece que el plano de la felicidad
está retrocediendo. Sufrimientos, hambrunas, brechas sociales y odio se están
intensificando año tras año, añadiéndose a la desesperación y sensación general
de haber perdido el camino; la crisis mundial sumada a las crisis personales
que estamos experimentando actualmente.
Según la Cabalá, este estado grave que estamos
presenciando es una preparación para el próximo grado en nuestra evolución, la
primera parada en el nuevo trayecto espiritual de la humanidad.
El Año Nuevo abarca un nuevo comienzo personal y
universal. Como un embrión que rehúsa apartarse de la matriz de su madre, estamos
sufriendo los dolores del parto espiritual, contracciones que nos presionan a
renacer a una nueva realidad, descubriendo la Luz conjuntamente.
La
manera en que usamos nuestro ego para alcanzar alguna ganancia a cuenta del
prójimo, transgrede la base delicada y armoniosa que sostiene a la realidad.
Las fiestas del mes de Tishrei – desde Rosh HaShaná (el Año Nuevo) hasta Simjat
Torá (La alegría de la Torá)-, simbolizan los hitos en el sendero espiritual
del individuo; el proceso de corrección del egoísmo, de manera personal y
global. En el Mundo Espiritual, el tiempo carece de significado común. Quien
investiga su mundo espiritual pasa por estos hitos -paradas en el tiempo que
son las fiestas-, independientemente del calendario. Es decir, el “Año Nuevo
Espiritual” es un estado que puede ocurrir en cualquier momento.
Cuando
el individuo progresa de una etapa a otra y asciende al próximo escalón, va
desvelando nuevos y más profundos aspectos de la realidad. Según la Cabalá, las
costumbres de las fiestas -cada una
representa un acto espiritual que realiza el ser humano cuando asciende al
Mundo Espiritual- además de mantener la tradición de Israel, nos recuerdan
nuestro rol espiritual y la corrección verdadera a desempeñar: cambiar nuestra
actitud hacia los demás, de recibir para mí mismo a otorgar, o sea, el amor al
prójimo.
El
proceso de descubrimiento espiritual se divide en varias etapas: La primera es
llamada “Rosh Jodesh Elul” (Principio del mes de Elul). Elul son siglas de la expresión “Yo soy de mi amado y mi
amado es mío” (en hebreo), que tiene un significado cabalístico profundo.
Simboliza aquella “equivalencia de forma” en las relaciones del ser humano con
Él. “Yo soy de mi amado”: si deseo darles a los demás y amarlos como esa
fuerza (mi amado), entonces “…y mi amado es mío”: recibo toda la
Abundancia Superior que esta Fuerza quiere otorgarme, pasando por mí hacia los
demás.
El mes
de Elul es nuestra determinación inicial de alcanzar la equivalencia de
forma con el Creador: poner en práctica la expresión, “Yo soy de mi amado y mi
amado es mío”.
Rosh
HaShaná (Año Nuevo) es la segunda etapa, de donde el individuo
comienza su investigación en cada nuevo escalón espiritual
hacia el cual avanza. El ser humano se embarca en el sendero
espiritual con una pregunta en su corazón: “¿Cuál es el
propósito de mi vida?”, punto donde ya necesita ciertas
herramientas para auto-examinarse, descubre que existe un sistema de leyes
que opera la realidad, y comienza a transformar su naturaleza.
Entre
la etapa de Rosh HaShaná y Yom Kippur (Día del Perdón), existe una etapa media
llamada: “Los Diez Días de Arrepentimiento”. La Cabalá explica que existen en
el individuo 10 características básicas que componen su esencia interna. En
esta etapa media, descubre con mayor intensidad que la razón del sufrimiento en
su vida es su verdadera naturaleza; entonces, está listo para la próxima
corrección, El Día del Perdón. Las cinco restricciones en la recepción de placer
que asume el hombre en Yom Kippur, (El Día del Perdón), simbolizan la resolución
de corregir su egoísmo: ayuno, relaciones sexuales, uso de zapatos de cuero (lujo),
baño., transporte.
De
acuerdo a la Cabalá, la Sucá o cabaña -usadas por nuestros antepasados en el Desierto
del Sinaí- representa la estructura del alma. La habilidad de contener la
Abundancia
destinada para nosotros, y la paja simboliza el poder de superar el egoísmo.
Según la
tradición, las ramas de paja deben ser desechadas, representando el proceso en
nuestro interior: primero, la necesidad de amar a los demás nos disgusta, como
aquellas ramas desechadas de la Sucá. Pero al avanzar en su camino espiritual, el
hombre cambia su trato a los demás, y se percata que esto lo acerca a entender la
Fuerza Superior que opera en la realidad.
Durante
los siete días de Sucot, el hombre se eleva por encima de su egoísmo, cada día,
aspirando al amor al prójimo y a la conexión con el Creador. Los atributos son
representados por los Ushpizín (visitantes, en arameo) de la Sucá.
El
apogeo de este proceso produce un estallido de alegría durante la próxima etapa
de corrección: Simjat Torá (La alegría de la Torá). Es entonces que el
individuo cumple la corrección de su alma -total semejanza de atributos con la
Fuerza Superior-, llegando finalmente a llenarse de alegría y abundancia
ilimitadas.
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