Un estudio dado a conocer en
la publicación de estudios de La Felicidad relata que
mientras las mujeres comienzan la vida adulta más felices que los hombres, la
situación se vuelve totalmente contraria al llegar a mediana edad. El estudio analiza
dos factores de bienestar —finanzas y familia—, y revela que los hombres y mujeres
tienen aspiraciones diferentes. En otras palabras, nuestros deseos no son
iguales.
Si buscamos un modelo,
encontraremos que los hombres tienden a estar más fácilmente satisfechos con las
fuentes usuales de bienestar, como bienes de consumo, una casa agradable, un
coche llamativo, viajes y deportes. Mientras que las mujeres también desean
algunas de estas cosas, su tendencia general es la de necesitar algo más.
Con el transcurso del tiempo
se percatan de que estos placeres no traen satisfacción perdurable. No importa
cuánto dinero tengan, la bondad de su matrimonio o el éxito en la carrera
profesional. Sienten que existe una carencia.
La Percepción de una Mujer
En realidad, una mujer
percibe todo de manera diferente a un hombre. Tiene una perspicacia adicional e
intuición fruto de su capacidad de generar vida. Esto es obvio en el mundo
físico, pero es igualmente verdadero en el mundo espiritual. Una mujer, que es
“la fuente de una nueva vida”, siente intuitivamente el deseo de una vida
espiritual.
Los hombres, de otra parte,
tienen que trabajar más duramente para desarrollar este deseo, porque no acude
a ellos de forma natural. Estos deseos subyacentes en la mujer provocan que
fácilmente lleguen a hartarse de cualquier cosa. Consciente o
inconscientemente, ellas buscan una fuente de realización más auténtica, y esto
motiva su persistente sentimiento de descontento con cualquier cosa material.
Hombres, Mujeres y el
Cumplimiento Espiritual
El deseo de la espiritualidad
viene de lo más recóndito de nuestro corazón. Los cabalistas se refieren a éste
como “el punto en el corazón”, que es “una chispa” diminuta de espiritualidad.
Una vez que se despierta, sigue creciendo, conduciéndonos más y más alto hacia
el mundo espiritual hasta que éste llene nuestra experiencia y percepción enteramente.
Tanto hombres como mujeres pueden
sentir este deseo, pero una mujer con mayor probabilidad perseguirá su
satisfacción. En cuanto percibe las grandes posibilidades ofrecidas por este
nuevo deseo, se enfoca directamente en el mismo. Ella por intuición comprende
que es la única cosa que puede traer la satisfacción perdurable, la realización
y felicidad verdaderas.
Sin embargo, una mujer no
puede desarrollar este deseo de forma aislada. Necesita precisamente compartir
su pasión por la espiritualidad con todos a su alrededor. Es capaz de incitar
esta pasión en otros por revelar y lograr un mundo espiritual, y así realizar
su papel femenino como el origen de la vida, cultivando la vida espiritual en
sus semejantes.
No es sorprendente que una de
las maneras en que un hombre puede incrementar su deseo espiritual es
absorbiéndolo a través de una mujer. A diferencia de las mujeres, sin embargo,
la naturaleza del hombre no está basada en el deseo, sino en el cumplimiento
del mismo.
Por lo tanto, cuando los
hombres desarrollan su chispa espiritual, ellos posibilitan que el deseo de la mujer
sea realizado. Ocurre así, porque en el mundo espiritual, no hay cuerpos, tan
sólo deseos y propiedades. Comprendiendo su naturaleza espiritual, las mujeres
proporcionan un deseo espiritual, y los hombres proporcionan el cumplimiento
para aquel deseo.
De esta manera armónica, es como
hombres y mujeres se complementan uno al otro espiritualmente, así permitiéndoles
alcanzar mutuamente un estado de perfección y satisfacción ilimitadas.
(La Voz de la Cabalá, Edición #6)
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