En el pasado, mucha gente estaba dispuesta a sacrificar todo lo
material y hacer cualquier esfuerzo por descubrir el Mundo Superior oculto. Sin embargo, como el
tiempo de su revelación todavía no había llegado (la humanidad no había
alcanzado una conexión global), el Gobierno Superior no inducía a la gente a
esta revelación.
En el Siglo XX el egoísmo particular y general han crecido hasta
tal punto que para cualquier esfuerzo insignificante el hombre hace cálculos,
preguntándose si vale la pena hacerlo o no.
Si en nosotros aparece hoy algún pensamiento sobre la espiritualidad,
sea bueno o malo, significa que el Creador, el Nivel Superior, ya ha bajado
hasta nosotros y nos invita a la unión. En respuesta a ello, debemos
profundizar en la conexión hasta llegar a revelación total. El Superior al
impulsarnos a pensar en Él, al otorgar al inferior el despertar, espera su
reacción, su respuesta. El inferior solamente tiene que abrir este mensaje y
descubrir lo que contiene.
La aparición del pensamiento sobre la espiritualidad es parecido
a cuando nos llaman a la puerta y nos avisan: “¡Le traigo un paquete!” Debo
abrir la puerta, recibir el paquete, abrirlo y por el contenido saber quién lo
envía y cómo hay que responder.
Nosotros escuchamos este llamado esperando a lo que pasará a
continuación. Y a continuación no sucede nada, porque el mensaje es justamente
la llamada a nuestro corazón. Nos parecemos al destinatario que no desea
levantarse de su sillón y grita al mensajero: “¡Déjalo en la puerta, ya iré a
buscarlo después!”
Así la Fuerza Superior se va y el despertar espiritual
desaparece hasta la siguiente vez que regrese. ¿Y quién sabe cuándo volverá
otra vez?
Por eso, en el instante que recibamos algún aviso, debemos
responder y actuar inmediatamente hasta el final, hasta que revelemos todo el
mensaje, encontremos el domicilio del remitente, y corramos a llamar a su
puerta.
(Consejo diario, kabbalah.info/es).
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