Una visión cabalística de quién es Dios, dónde se
encuentra y la relación que tiene con nosotros.
Todos hablan sobre Dios estos días. Éste se ha
convertido en el tema de enérgicas, cuando no acaloradas discusiones. Sin
embargo, al hablar sobre Dios, ¿realmente sabemos de quién o de qué estamos
hablando? Y si es así, ¿significa que la persona que sostiene puntos de vista
distintos a los míos no sabe lo que dice? ¿Por qué yo deba asumir que tengo una
mejor comprensión sobre algo que ni yo ni mis interlocutores podemos percibir
claramente?
Una célebre adivinanza Zen dice “¿Si un árbol cae y no
hay nadie que lo atestigüe, de todas maneras hace un sonido?” De igual forma,
hasta que experimentes personalmente al Creador, no puedes dar testimonio de su
existencia, ni que hablar de qué quiere de ti.
La Cabalá explica que nuestra percepción del mundo que
nos rodea es un cúmulo de impresiones que reciben nuestros cinco sentidos, las
cuales son interpretadas por nuestro cerebro conforme a los recuerdos pasados y
paradigmas que se encuentran dentro de él. Es por esta razón que diferentes
personas interpretan el mismo suceso de manera distinta. Para alguien, una cena
en un buen restaurante con acompañamiento de música suave puede ser el epitome
del aburrimiento. ¿Cuál de las dos tiene razón?
La Sabiduría de Cabalá nos ofrece una solución original al
incesante debate sobre Dios: “Prueba
y veras”, o como los cabalistas lo expresan: “Prueba y veras que el Señor es
bueno”. Esta afirmación no quiere decir que debemos aceptar ciegamente que
Él es bueno. Por el contrario, significa que debemos “probar” por nosotros
mismos y “ver”. Los cabalistas que han “probado” afirman, por experiencia
propia: “Es bueno”.
Tal como nuestra percepción del mundo físico es
totalmente subjetiva, nuestras percepciones de la espiritualidad en general – y
del Creador en particular – son subjetivas e indescriptibles. Por eso es que
los cabalistas nos recomiendan que lo veamos nosotros mismos, es decir, prueba
y ve. Para alentarnos en esta cuestión nos ofrecen sus impresiones – basadas en
su propia experiencia de Dios – de que Él es bueno y hace el bien a sus
criaturas. De hecho, nos dicen que Él es tan bueno que desea darnos todo lo que
Él posee, a Sí Mismo, o sea que quiere que nosotros seamos como Él.
Los cabalistas se refieren a Dios como el Creador. En
hebreo, el lenguaje de la Cabalá, la palabra Dios es ELOHIM. Se compone de dos
palabras: MI (que significa “quién”) y ELEH (que significa “estos”); que, a su
vez, proviene del verso de Isaías 40:26 “Quién ha creado a estos?” Por lo
tanto, aunque el Creador funciona, en cierto sentido, como el verbo y Dios,
como el nombre propio, ambos términos se refieren a la misma entidad.
La solución que proporciona la Cabalá a las
discusiones que se suscitan con respecto a la esencia de Dios es única, en el
sentido que no nos da respuesta alguna, sino que nos entrega un modus operandi
para desarrollar una percepción personal. En otras palabras, ésta nos promete,
que si uno es constante, podrá descubrir y experimentar al Creador más
claramente incluso de lo que percibimos en este mundo.
Está escrito en El
Libro del Zóhar, la obra original de la Cabalá, que todos los mundos, el de
Arriba y el de abajo, se encuentran dentro del hombre y que toda la realidad se
formó sólo para el hombre, creada para sus necesidades. Lo mismo se aplica a
nuestra percepción del Creador. Él se encuentra dentro de nosotros. No tenemos
ni idea de cómo Él es fuera de nosotros, ni siquiera de que Él exista en
nuestro exterior, puesto que “todos los mundos, el de Arriba y el de abajo, se
encuentran dentro del hombre”.
Si nos apegamos a esta línea de pensamiento, discutir
acerca de Dios ya es un absurdo porque todo lo que podemos conocer de Él es la
manera subjetiva en que Lo percibimos. ¿Será correcto imponer nuestra
percepción subjetiva a los demás? Lo más que podemos hacer es sugerir el camino
que nosotros pensamos es el correcto, pero la elección de este camino deberá
ser la propia decisión y lo que descubren los demás, será suyo.
La Cabalá nos ofrece un camino especifico mediante el
cual, al estudiar ciertos libros y escuchar las explicaciones correctas,
podremos descubrir al Creador. Sin embargo, aún cuando el camino sea el mismo,
las experiencias son totalmente subjetivas: si yo digo que la sangre es roja
prácticamente todo el mundo estará de acuerdo. ¿Pero esto quiere decir que
todos perciben la sangre del mismo modo o que la experimentan de la misma
manera?
La conclusión más obvia es que podemos hablar el mismo
idioma, tener las mismas experiencias y a la vez, llevar vidas muy
individuales. Y nuestras relaciones con Dios o la Naturaleza (que tienen el
mismo valor numérico en hebreo), no son la excepción a esta regla. Es decir, para alcanzar la Meta de la
Creación, la razón por la cual Él nos creó, todos nosotros, tendremos que
llegar, a fin de cuentas,
a ser semejantes a Él.
(Por Rav Dr. Michael Laitman, La Voz de la Cabalá)
0 comentarios:
Publicar un comentario