Si la fuerza de la
naturaleza es realmente benévola y es la única fuerza en existencia ¿por qué
oscilamos entre altos y bajos en la vida y por qué hay tanto sufrimiento en
nuestro mundo? ¿no deberíamos experimentar, en cambio, una dicha infinita?
Un grupo de personas observa un avión en vuelo en el cielo. Para
algunos de ellos el avión se ve como un pequeño punto negro en la distancia.
Otros tienen binoculares que aumentan las dimensiones del avión en grados
distintos de magnificación. Dice uno de ellos: “El avión tiene cuatro metros de
largo”. Dice otro: “Son veinte metros de largo”. El tercero no tiene duda que
se trata de medio metro y así siguen discutiendo entre ellos mientras cada uno
está convencido de que lo que él ve es la verdad. Obviamente, esta discusión no
afecta en absoluto el largo verdadero del avión. Las diferencias de opiniones
se deben simplemente al hecho de que cada uno lo ve con sus propios
"lentes".
En este ejemplo tan sencillo y profundo, el Rabash -Rav Baruj
Shalom Halevi Ashlag- pretende demostrarnos que la Realidad es una. Que somos
seres en desarrollo y, por lo tanto, exper imentamos cambios internos que nos
hacen ver la realidad cada vez de otra manera, como bien lo describen nuestros
sabios antepasados con su frase célebre, "El juez no tiene más de lo que
ven sus ojos".
Los Sabios de la Cabalá nos enseñan que lo único que existe fuera
de nosotros es la fuerza general de la Naturaleza, llamada “Creador”. Esta
fuerza nos provee de un amor y abundancia ilimitados e incondicionales. Sin
embargo, si esta fuerza es tan benévola y es la única fuerza en existencia ¿por
qué oscilamos entre altos y bajos en la vida y por qué hay tanto sufrimiento en
nuestro mundo? ¿No deberíamos experimentar, en cambio, una dicha infinita?
Resulta que las diferentes emociones se deben a que esta fuerza
única -el Creador- está oculta a nuestros sentidos corporales y, por lo tanto,
tenemos que descubrirla antes que podamos experimentarla como buena.
¿CÓMO DESCUBRIR AL CREADOR?
Para que esta fuerza se revele en nuestra vida como benévola, el
hombre debe pasar cuatro etapas de desarrollo en las cuales aprende a evaluar
su avance espiritual en base a dos criterios: la habilidad de ver que el
Creador es la única fuerza en existencia y la medida en que se pueda
experimentarlo como bueno.
En cada una de las cuatro etapas que atravesamos en nuestro
sendero espiritual, se nos abre una capa más profunda e interna de la realidad.
En las primeras dos etapas -“etapas de ocultación”-, el Creador está en oculto.
En las dos etapas posteriores -“las etapas de la revelación”-, el Creador ya se
encuentra revelado al hombre. La transición de ocultación a revelación es lo
que se llama el “Ingreso en el Mundo Espiritual”.
PRIMERA ETAPA DE DESARROLLO
Una persona que todavía no siente la necesidad de relacionarse con
el Creador, se encuentra en un estado de indiferencia al respecto. Vive en
total desprendimiento de Él aunque sin tener consciencia de su estado.
Cuando despierta en el hombre el deseo de saber por qué y para qué
vive, empieza a acercarse a la sabiduría de la Cabalá y aprende, por su
intermedio, cómo avanzar hacia la respuesta sobre el sentido de la vida. Así es
como entramos en la primera etapa del desarrollo espiritual llamada “doble
ocultación”.
LA BARRERA
En esta etapa, experimentamos dos formas de ocultación que afectan
nuestra realidad de la manera siguiente:
1. el Creador no existe, todo lo que nos acontece es pura
casualidad, producto de la naturaleza o de un destino ciego;
2. el Creador, si es que existe, no es una fuerza benévola.
Si seguimos avanzando hacia el descubrimiento del Creador,
llegamos a la segunda etapa de desarrollo llamada “ocultación singular”.
El desarrollo interno que pasamos por medio del estudio de la
Cabalá nos revela cosas que no habíamos visto antes. Nos vamos enterando,
paulatinamente, que todo lo que pasa proviene del Creador. Sin embargo, aún no
alcanzamos ver que Él es bondadoso aunque anhelamos descubrirlo y
experimentarlo como tal. Por lo tanto, se le llama a esta etapa “ocultación
singular” y a lo que sentimos que nos impide ver que Él es bueno, lo llamamos
“La barrera (interna)”.
El estudio de la Cabalá durante esta etapa nos conduce a ir
enfocando y refinando nuestra petición por poder sentir al Creador como
bondadoso. La respuesta a esta demanda interna se experimenta como la apertura
de nuestra barrera interna cuando salimos de nuestro mundo estrecho hacia un
mundo vasto e ilimitado –el Mundo Superior- o, en otras palabras, cuando
pasamos del mundo oculto al revelado.
LAS ETAPAS DE LA REVELACIÓN: TEMOR Y AMOR
Después de que ingresamos en el Mundo Superior, descubrimos una
realidad totalmente diferente. De pronto, descubrimos que todo lo que habíamos
experimentado en la vida era como un sueño, comparado con lo que vemos y
sentimos ahora, así como en el verso, "Estábamos como soñando"
(Salmos, 126:1).
Los cabalistas denominan esta etapa "Temor" porque como
el hombre llega a ver la Obra del Creador como buena y a Él como bondadoso, se
siente temeroso por no ser capaz de otorgarle al Creador. Luego, asciende al
nivel del "Amor" en el que ya se encuentra capacitado para
corresponder, activamente, al amor del Creador hacia él.
AMOR INCONDICIONAL
En la primera parte de la etapa del amor, el hombre llega a
descubrir el trato del Creador como bondadoso, en todo lo relacionado con su
vida personal, pero aún no ve que el Creador sea bueno con el total de la
humanidad. Por lo tanto, esta época se llama "Amor condicional", pues
el hombre aún no ve la bondad del Creador en forma absoluta. Para entender este
último enigma en su desarrollo, el hombre asciende al próximo y máximo grado
llamado "Amor incondicional". En este grado, el más alto nivel
espiritual, el hombre descubre que el Creador ha sido siempre bondadoso, no
sólo con él mismo, sino también con el resto de los seres del
mundo. Entonces, se llena de un amor infinito hacia el Creador y logra
finalmente la anhelada adhesión a Él.
(Cabalá Hoy, Edición 9)
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