Según el programa de la creación, toda la vida es el proceso de
corrección del egoísmo creado para que sea usado como amor y otorgamiento a las
personas y desde ahí al Creador. No hay otra finalidad, significado o
satisfacción en la vida. Este proceso comprende
acciones regulares de corrección: días de la semana, acciones especiales,
el Shabat y las festividades.
Todo está derivado del hecho de que cada día es nuevo, cada mes es
nuevo, y cada hora es nueva para una persona. Estos cambios astronómicamente
parecidos son de hecho, internos, espirituales. Todo lo que importa resulta de
los cambios alrededor de las fuerzas espirituales que influencian nuestro
mundo, y así los cambios aparecen en nuestro mundo en los niveles de inanimado,
vegetativo, animal y nosotros.
En otras palabras, la razón de todos estos cambios es la rotación
de la Sefirot a través de la cual la Luz pasa.
La Luz influencia y actúa en nuestro universo y el resultado es la
materia en nuestro mundo. Así que si una persona quiere estar conectada con la
creación entera, cada momento es inmensamente valioso para él. Además de esto,
él puede dividir cada momento dentro de una multitud de momentos. Esto
significa la posibilidad que la existencia por solo un segundo cobra vida
para él. Y en este sentido se expande a sí mismo.
Las festividades judías se caracterizan por darnos la sensación de
singularidad en cada momento en el tiempo, en cada Sefira que
participa en el pasaje de la Luz.
El año nuevo es el comienzo de una larga cadena de correcciones
internas que nosotros atravesamos gradualmente. Comenzamos por comprender nuestra misión en esta cadena cuando
llegamos al Día del Juicio (Yom Kippur), en el que nos
juzgamos a nosotros mismos de una manera estricta.
Tomamos una decisión sobre lo que tenemos que hacer para alcanzar
la fuerza que nos hemos fijado como meta. Esta fuerza está unida, y por lo
tanto, también tenemos que ser como un hombre que une a toda la humanidad.
Esta vez, la unidad incluye no sólo al pequeño grupo que una vez
escapó de la antigua Babilonia, ni sólo a la nación de Israel. Ahora toda la
humanidad tiene que alcanzar la unidad con el sistema general de la naturaleza.
Esa es nuestra manera de entender el poder y la singularidad del Día del Juicio.
El punto culminante del día del juicio es cuando leemos un pasaje
del Libro de los Profetas, Maftir Yonah, que habla de Yonah (Jonás)
el Profeta al que envió el Todopoderoso a Nínive para advertirles a las
personas que vivían allí que la ciudad sería destruida si no se arrepentían. La
historia nos cuenta que Yonah quería huir de su misión de
llevar a toda la humanidad hacia la corrección, donde la ciudad de Nínive
representaba a la humanidad. Sin embargo, el curso de los acontecimientos se
desarrolló de una manera en la que él entendió que no sería capaz de huir y que
tenía que cumplir con la misión que se le había encomendado.
La nación de Israel, al igual que Yonah el
Profeta, conoce su misión y tiene el poder para cumplirla, y debe sacar de su
situación al mundo entero, a toda la “ciudad de Nínive”.
Después de eso tenemos la festividad de Sucot, en la
que nos sentamos a la sombra de una tienda especial, una Sucá, o en
otras palabras, nos cubrimos con una pantalla. Los cuatro símbolos de la
festividad de Sucot, el Lulav (rama de
palmera), Hadassim (ramas de mirto), Aravot (ramas
de sauce), y Etrog (citrón), simbolizan la HaVaYaH plena
o las cuatro etapas de la revelación de la Fuerza Superior en el deseo de
recibir corregido de uno.
Nuestro deseo egoísta tiene cuatro capas que tenemos que corregir.
El egoísmo es lo que se interpone entre nosotros, impidiéndonos unirnos. Si
podemos conectar juntas todas estas formas de egoísmo (tomar en nuestras manos
los cuatro símbolos de Sucot) y conducirlas directamente hacia la
fuerza de unidad, esto significa que realizamos la bendición llamada “Arbaá
Minim”.
Sucot es seguida por la
festividad de Simjat Torá (la alegría de la Torá), en la que
nos regocijamos ante la fuerza superior que vino a nosotros todo el tiempo y
nos ayudó a hacer las correcciones y atravesar todas sus etapas.
Luego llegamos a la festividad de Janucá, un estado en
el que no queremos nada. Sólo miramos las velas de la festividad, pero no los
usamos. Janucá es una fiesta espiritual porque sólo nos
regocijamos en la Luz, en la forma en que se establece la fuerza superior en
nuestro interior y nos separa de nuestro egoísmo o del mal que hay dentro de
nosotros, mientras que todos nosotros juntos deseamos conectarnos con esta
fuerza.
La próxima festividad es Purim, a diferencia de Yom Kippur (Ki-Purim,
como Purim). En Yom Kippur hacemos un ayuno
especial, mientras que en Purim, por el contrario, comemos y
bebemos para darle contento a nuestro corazón, y regocijarnos. En Purim hay
un mandamiento de emborracharnos hasta tal punto de no distinguir entre Hamán y
Mordejai, un pecador de un hombre justo.
Esto se debe a que ya no somos tan efímeros o carentes de todo
egoísmo como en Janucá, sino que por el contrario, corregimos
nuestro mal. Corregimos todo el egoísmo anterior y las malas inclinaciones en
contra de la unidad. Es por eso que esta fiesta es opuesta a la del Día del
Juicio, Yom Kippur, que es “como Purim“. En Yom
Kippur los deseos no corregidos sólo se revelan, mientras que en Purim,
en realidad se corrigen.
Ahora todos los deseos y aspiraciones pueden ser conectados en un
todo. Cada persona puede darles presentes a los demás, demostrándoles su amor.
Así es como llegamos al estado en el que no diferenciamos entre un pecador y un
hombre justo, ya que todo se corrige. ¡Se les permite a ustedes hacer todo lo
que quieran, y esto será bueno! No hay ninguna diferencia entre las personas.
Todas nuestras aspiraciones, deseos y pensamientos son correctos.
La siguiente festividad es la Pascua, que simboliza nuestro éxodo
constante de mal al bien, de la esclavitud a la libertad. Salimos de nuestro
egoísmo, “pasamos por encima” (Pasah), liberándonos de la
esclavitud, del poder de nuestro deseo egoísta que gobierna sobre nosotros, y
nos elevamos por encima de él.
Entonces empezamos a contar los días del Omer, en los
que contamos las correcciones de nuestros deseos hasta que alcanzamos la
festividad de Shavuot la entrega de la Torá. Discernimos que
tenemos que recibir la fuerza superior, que nos corregirá, porque la única cosa
que tenemos dentro de nosotros es la inclinación al mal. Pero además de la
inclinación al mal, fue creado un medio para corregirla, la Torá, la Luz que
Reforma.
La festividad de Shavuot, la entrega de la Torá,
significa que tenemos que recibir desde arriba la fuerza para nuestra
corrección. Esta fuerza nos ayuda a construirnos a nosotros mismos, pero no
podemos permanecer en este estado, así que nos rompemos. Este colapso es
simbolizado por el 9 de Av, que completa el ciclo.
Al construirnos a nosotros mismos y luego rompernos, llegamos a
entender las razones de nuestra caída y toda la profundidad del mal. Antes de
eso, el mal estaba oculto y no era lo suficientemente evidente, pero ahora
entendemos que necesitamos una mayor corrección del mal. Al corregirlo,
alcanzamos el final de la corrección.
Esto es muy parecido a prometerse a sí mismos no comer dulces, y
después entrar en una tienda de golosinas donde están rodeados de tantas
delicias que olvidan por completo su promesa y el hecho de que el azúcar es
malo para ustedes. El placer los esclaviza y ustedes son dominados por él.
La misma situación se presenta el 9 de Av, pero en una
escala mucho mayor. Sin embargo, a través de este colapso, nosotros aprendemos
la profundidad a la que tendremos que corregirnos a nosotros mismos con el fin
de soportar la enorme “tienda de dulces” que nos confunde. Eso se debe a que
tenemos que corregirnos, no sólo en relación al pequeño caramelo, sino en relación
a todo el tremendo egoísmo.
Así es como alcanzamos la corrección completa. Logramos la unidad
y por lo tanto alcanzamos la equivalencia con toda la naturaleza. Pero eso no
es suficiente. La historia de Yonah (Jonás) el profeta nos
recuerda que tenemos que cuidar del resto de la humanidad. Es entonces cuando,
después de corregirse a sí misma, la nación de Israel le pasa el método a toda
la humanidad. Ella llega a la humanidad como a la ciudad de Nivneh (Nínive)
con el fin de corregirla.
Por lo tanto, el mundo entero alcanza un estado de prosperidad,
completando el ciclo que está simbolizado por las festividades judías.
(laitman.es)
*Img: por Two Little Fruits Art studio
0 comentarios:
Publicar un comentario