Tenemos un deseo y un pensamiento. Si sólo tuviéramos
un deseo, haríamos todo ciegamente y sin dominio propio, al igual que la
naturaleza inanimada, vegetativa y animada en la que el único pensamiento es
cómo llenar el deseo.
La persona que ha desarrollado los niveles inanimado, vegetativo
y animado sólo piensa cómo lograr lo que quiere. Hay diferentes tipos de
personas: inteligentes, enérgicas, violentas, tímidas, valientes, etc., pero
cada una quiere llenar sus deseos, desde un pequeño bebé hasta una persona
mayor que oculta sus deseos. En cada una de ellas existe la idea de cómo llenar
su deseo de todas las maneras posibles.
Así nos desarrollamos en el sentimiento y en la mente, como una
bestia, hasta que el punto en el corazón se revela en nosotros y empieza a
preguntar: ¿Qué es todo esto? ¿Por qué? De ese momento en adelante, comienza la
verdadera ciencia, en la que empiezo a preguntar acerca de la esencia de mi
deseo: ¿Para qué necesito esto?
Esto no es simple. La gente viene a estudiar, se convierten en
un grupo, pero pueden pasar años hasta que empiecen a hacer esta pregunta, es
decir, hasta que ellos quieran conocer los deseos que sienten: ¿de dónde
vienen? Ellos comienzan a buscar la causa, la raíz, la fuente.
Entonces entiende que el pensamiento les fue dado con el fin de
alcanzar al Creador por medio del estudio de sus deseos. Si yo, a través del
pensamiento percibo correctamente los deseos, puedo llegar a la fuente de la
que provienen, entenderé quién me los está enviando y por qué, qué quiere de
mí, y cómo debería considerarlo a Él.
A través del grupo e incluso directamente, empiezo a exigir que
Él cambie mi deseo: “¡Tú me has dado un deseo, pero yo estoy pidiendo otro
deseo!” Entonces realmente serás capaz de cambiarlo. El pensamiento se nos da,
para que gracias a él seamos capaces de conocer nuestros deseos y demandar
nuevos deseos.
¡El pensamiento existe para que yo pueda constatar y probarme a
mí mismo que no puedo hacer nada con mis deseos! Incluso cuando parece que me
supero, no es eso, sino un simple cambio de un deseo por otro, que también es
egoísta: el respeto, por el control y el orgullo. Yo simplemente encuentro otro
deseo mejor que el primero y cambio los valores.
Como resultado de mis pensamientos, o bajo la influencia del
entorno, empiezo a imaginar que otro deseo es más importante que el que acabo
de tener. Y así que decido cambiarlo por otro. Es el juego del egoísmo. De esta
manera puedo cambiar cualquier deseo que tenga.
Pero yo realmente puede cambiar el deseo sólo con la influencia
del entorno que me da otros valores. Entonces, como resultado de su influencia,
yo exigiré que el Creador cambie mis deseos. Estos deseos ya son sobrenaturales
para mí, es decir, en contra de mi ego.
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