Todo depende del deseo, todo se revela
dentro de él. Por eso, solamente necesitamos el deseo organizado y formado
correctamente, orientado hacia la meta.
Para moldear nuestro deseo y darle la
forma correcta y preparada para el relleno del Creador, Él juega con
nosotros, escondiéndose y revelándose. El hombre no siempre discierne este juego que
ocurre con cada uno de nosotros en forma constante, hasta la corrección
final de cada uno.
Todo el tiempo se requiere discernir que
todo el mundo es sólo la manifestación del Creador en diferentes formas:
enemigos y amigos, molestosos y ayudantes, cercanos y lejanos, compañeros y
absolutamente desconocidos.
Todo —personas, minerales, plantas,
animales, pensamientos y deseos— llega del Creador que juega con el hombre,
acercándose y alejándose. La única excepción es el punto de mí “yo”, el punto
de la observación, desde el cual el hombre quiere crecer para hacerse semejante
al Creador.
El Creador se acerca y se aleja sólo con
una intención de empujar al hombre, como está dicho: “La Luz Superior empuja
y excita los deseos”.
Si a pesar de estar desequilibrado todo el
tiempo, el hombre aspira con todas las fuerzas a mantener el pensamiento que
todo esto proviene del Creador —ya que “No hay nadie más aparte de Él” y el
Creador es indudablemente “Bueno que crea el bien”—, los deseos del hombre se
expanden.
Si el hombre realmente se mantiene con
todas las fuerzas impidiendo la desconexión del pensamiento y la sensación de
que precisamente es el Creador el que hace con él todas las acciones, sabe cómo
usar correctamente cada minuto de la vida.
Ya que cada enemigo en realidad no es un
enemigo, sino un ayudante para adherirse al Creador aún más fuerte, en los
estados extremos.
Así el hombre puede avanzar hasta que
alcanza un estado tal que está preparado para todo y puede sostenerse de pie
contra todo, sólo para no alejarse del Creador. Y sólo sobre esto él pide.
Para ello no es importante lo que pasará
en su vida. Él ruega sólo por una cosa: “Estar en la casa del Creador todos los
días de mí vida”. El hombre justamente se alegra de todos los obstáculos que
expanden sus deseos.
En estos obstáculos él ve ejercicios
esenciales que el Creador le envía con amor y que sólo espera por la
preparación del hombre para revelarse a él.
Así la persona avanza hasta que termina
todo este proceso llamado ocultación o el período de la preparación,
y de “Lo Lishma” alcanza “Lishma“.
Cuando el Creador ve que el hombre terminó
todo este proceso, Él se revela, y “la huida (Baraj) del Creador se
convierte en la bendición (Baruj)”.
(Extracto de la preparación para la
lección según el artículo 10 del libro Shamati, laitman.es)
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