Por Rav Michael Laitman para portal YNet
“En semanas recientes, se ha dicho mucho acerca del “estado de
la juventud”. De acuerdo a los datos de la autoridad anti-alcohol y abuso de
drogas, niños en grados del 7 al 11 participan en fiestas donde el alcohol
fluye como el agua y se practica el sexo libre. ‘La combinación de alcohol,
hormonas, pubertad y, la ausencia de adultos responsables es muy peligrosa”,
dice el Dr. Yossi Harel Fish, director científico de la autoridad israelí
anti-drogas y experto en el campo de los comportamientos riesgosos en niños.
‘Si en el pasado los adolescentes salían a divertirse y a beber un poco, hoy el
propósito del entretenimiento es sólo beber’.
“Después, en la noche se sacan la ropa mientras se emborrachan y
la atmósfera se intensifica. Esas fiestas tienen lugar en habitaciones con
jacuzzi, en desvanes elegantes o en bosques distantes. En la mayoría de los
casos los padres no saben qué está sucediendo o tal vez prefieren no saber”.
Esto puede ser parte de la explicación de por qué no preguntan…
Si además tomas en cuenta las opiniones en boga acerca de la
juventud como “son indiferentes, fríos y alienados” o “la juventud de hoy es
superficial”, junto con términos como “la generación pantalla”, obtienes una
combinación, la cual de acuerdo a estudios recientes en la Universidad de
Michigan, hay una reducción de 80% en la habilidad de la juventud para sentir
empatía hacia otros. “Nuestros niños son menos humanos y no nos damos cuenta”,
dijo recientemente el antropólogo Tamir Leo. Leo tiene razón pero con respecto
a la segunda parte de la frase; en realidad no nos damos cuenta de lo que está
sucediendo con la juventud de hoy.
La juventud no es en absoluto el problema
Nosotros somos el problema -los padres, no la juventud. Nada en
este mundo sucede por sí solo. No existe “juventud buena” o “juventud mala”.
Cada generación es producto de su formación. Y nuestra generación es el
resultado directo de nuestra negligencia. Nos hemos echado este problema encima
con nuestras propias manos.
Podemos construir el mundo que queremos. Hemos dedicado la vida
a perseguir la comodidad, una carrera exitosa y satisfacción propia,
construyendo nuestro estatus y acumulando posesiones materiales, en el camino
abandonamos a nuestros hijos ¿dónde estábamos cuando dejaron el parque, los
juegos de pelota y los paseos en la naturaleza y cayeron en la dosis venenosa
de pantallas, sexo, alcohol, drogas y llegaron a un estado en el que no saben
cómo comunicarse si no es a través de la pantalla?
En lugar de prepararles la infraestructura para una vida feliz,
los enviamos a la escuela esperando que algo bueno les sucediera ahí. ¿Pero qué
puede suceder en un sistema cuya única meta es proporcionar información? Un
sistema cuya única meta es prepararlos para hacer dinero, tener éxito, volverse
famosos, no en lo que realmente necesitan en la vida. Les hemos creado una
realidad distorsionada, que es todo, excepto la vida real. Esa realidad incluye
infinitas conexiones entre persona y máquina y cero conexión entre gente y
entre un corazón y otro. Hoy, la escuela es uno de los peores lugares en los
que se puede estar, la fuente de la mayoría de los “virus” que afectan a
nuestros niños.
Del ministerio de información al ministerio de educación
¿Qué pasará en la próxima generación? ¿en una década, en dos?
¿cuando nuestros hijos dirijan el mundo? Si seguimos así, el futuro no parece
muy brillante.
Si deseamos dar a nuestros hijos un pase de entrada a la vida,
debemos educar, no informar, esta es una misión nacional importante. El
ministerio de educación y escuelas como institución principal necesitan un
cambio de rostro. En lugar de ocuparse, obsesivamente de información, grados y
pruebas de rendimiento internacionales, las escuelas deben enfocarse en
edificar un ser humano en el niño. Tienen que lidiar con la causa más grave de
angustia que siente la juventud -su falta de habilidad para hablar, comunicarse
y especialmente, su falta de habilidad para conectarse apropiadamente con
el entorno.
Las investigaciones muestran que niños y adolescentes,
simplemente, no saben cómo conversar entre sí. Esta es una de las razones de
que beban y fumen: beber adormece el dolor y llena el vacío interno.
Esta meta va junto con una de las habilidades con más demanda en
el mercado laboral de hoy, el trabajo en equipo. Mientras más global se vuelve
el mundo, más necesitamos saber cómo trabajar juntos, cómo construir la
relación correcta entre nosotros, para desarrollar relaciones de confianza y
cooperación. Pero en lugar de enfocarse en esas habilidades, el sistema de
educación se enfoca en entrenar químicos, matemáticos y otros tecnócratas.
Un tipo diferente de educación
Educación significa proporcionar a los jóvenes herramientas
correctas para entenderse a sí mismo y a otros, para entender los impulsos que
él y otros tienen, para enseñarle cómo construir una relación con una pareja y
tener una familia y para hacer del mundo un lugar cálido y humano. Un niño
necesita sentir que la escuela le enseña cómo vivir y lo prepara para la vida
real en esta complicada era del siglo 21.
La dinámica social que debe resultar de talleres, juegos y
actividades durante la escuela, deben convertir al niño en su propio
“psicólogo”. Tiene que estudiar y explorar su naturaleza, descubrirse y así
poder lidiar con la vida de forma exitosa.
La juventud de hoy está experimentando una realidad
distorsionada de normas y comportamientos que ve en las pantallas. Ven patrones
artificiales de lo considerado hermoso y esperan que las escenas que ven sean
realizadas en la vida. La escuela debe convertirse en un mediador consciente de
la montaña rusa interna que experimentan los jóvenes y ayudarlos a
aprender acerca del mundo interno de ambos sexos, con respeto y sensibilidad
hacia otros. En última instancia, la mayoría de los problemas surgen de la
falta de entendimiento mutuo.
Los adolescentes deben sentir que tienen alguien con quien
hablar, que escucha. Deben sentir que lo que les sucede también les sucede a
otros, por lo tanto no hay razón para sentirse avergonzados ni para ocultar
nada. Este proceso debe ser acompañado por la guía profesional correcta, pero
el punto principal es que un niño tiene todo un mundo interno con el que la
escuela no se relaciona de ninguna manera, así, él no entiende por qué está ahí
y sólo se frustra más cada día.
Mi habitación privada
En realidad, de esta generación aparentemente indiferente y
despreocupada, surgirá la pregunta acerca del significado de la vida y abrirá
la puerta hacia un mundo mucho más profundo que el que conocemos. Pero hasta
que eso suceda, tenemos que explicarles qué les está sucediendo, cuál es el
punto de su desarrollo, qué experimentan y de dónde surge su falta de habilidad
para satisfacerse. Para hacerlo necesitamos estudiar un poco más acerca de la
vida y de su propósito.
Lo que está sucediendo entre los jóvenes y también entre
nosotros es una fase natural de nuestro desarrollo. El ego humano está
cambiando y esa es la razón de la brecha generacional. Es el ego el que nos
hace despreocupados e indiferentes, adictos a la tecnología, encerrados en un
caparazón, en nuestra habitación privada.
Pero esta es sólo la fase intermedia, un alto en el proceso de
nuestro desarrollo interno. No venimos a este mundo a comunicarnos a través
teclados o pantallas táctiles, sino a terminar con la separación que nos aparta
y a comunicarnos de un corazón a otro, en una dimensión de sensaciones y mente
que está más allá de nuestra realidad corporal.
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(Por Rav Laitman para YNet, laitman.es)
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