Sólo cuando empezamos a ensamblar las piezas rotas de Adám
HaRishón (el primer hombre) en un todo, comenzamos a notar cómo
todo lo que nos pasó en este mundo comienza a ubicarse en su lugar de alguna
manera milagrosa.
Todos los eventos, desde lo más desagradable a lo más agradable,
importante o no, inexplicable y aparentemente accidental se ordena y coincide
con otras piezas a la perfección, hasta el más mínimo detalle.
Entonces, empezamos a entender la necesidad de toda la presión y
crisis que el mundo está pasando hoy, así como los estados dolorosos que cada
persona está experimentando en su vida particular. Todo esto ha sido designado
exclusivamente para empujar a cada uno de nosotros hacia su lugar, misión, y su
correcta realización. Si sólo prestamos atención a lo que el Creador desea
hacer con cada uno de nosotros, si ejercitamos “No hay nadie más que él”,
agradeciendo Su obra en nosotros y escuchándolo a Él, será suficiente.
Pero para escucharlo a Él, tenemos que prepararnos para ello con
nuestras acciones, como se describe en “Haremos y escucharemos”, ya que
escuchar lo que el Creador está diciendo significa haber alcanzado el nivel de
Bína (escuchar es el nivel de Bína, un grado muy elevado). Por lo tanto,
primero, ciertos actos deben llevarse a cabo, como se describe al permanecer de
pie en el Monte Sinaí: “Haremos y escucharemos”.
Tenemos que pasar por el mismo proceso esforzándonos para estar
más cerca unos a otros en los corazones, como un hombre con un corazón, y
alcanzar la garantía mutua ayudándonos en unidad. Después de todo, sólo juntos,
anhelando conectar todos nuestros puntos en el corazón, nuestros deseos,
estamos reconstruyendo esta vasija rota (deseo), ensamblándola a partir de
piezas, y restaurándola de nuevo.
(De la Lección 2, de la Convención en el desierto de la Aravá
del 12/31/10)
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