Alguien, en cierta ocasión, calculó que hay 3.800
religiones y creencias diferentes en el mundo, pero que todas giran alrededor
de dos nociones: cuerpo y alma. Ciertamente, si no percibimos nada aparte del cuerpo bestial,
existiríamos como animales. Nos parece que tenemos un alma, algún tipo de vida
“más allá del cuerpo.” Una persona desea conocer cuál es el propósito de su
vida, ¿para qué vivo?
A pesar de que se nos han dado estas aspiraciones y
preguntas para que busquemos las respuestas dentro del sistema de leyes de
la naturaleza, las convertimos en misticismo, presunciones sin fundamento, y
las tomamos como fundamentos para nuestra visión del propósito de la vida que
termina “aquí” empieza “allá”.
La pregunta de cuándo termina nuestra vida nos
molesta. Esto es así, porque percibimos el tiempo, y no estamos adheridos a un
momento en particular, como simples animales. Pensamos acerca del futuro y
deseamos saber que pasará en los próximos momentos. Sin embargo, las preguntas
de “¿para que vivimos? y ¿qué pasará después de morir? ya son preguntas por
encima de la naturaleza.
Es por esto, que la humanidad ha inventado creencias y religiones:
estas tienen que compensar la falta de conocimientos o actos de fe, es decir,
con hipótesis sin pruebas. Ni si quiera estamos conscientes de ello, pero esto
trabaja en todos los niveles, en las cosas más pequeñas, en cada momento, en
cada paso del camino, y en cada dirección y nivel de la vida.
Yo completo cada carencia de los actos de fe, y pienso
que así es exactamente cómo va a ser. Algunas veces, sucede, y otras veces no.
Es así como pasa nuestra vida.
En cada partícula de nuestra existencia, en cada
porción de tiempo, movimiento, espacio y existencia de la realidad, existe una
enorme parte desconocida, a saber:
1. La causa, que desciende desde Arriba.
2. La consecuencia, determinada desde Arriba, y
3. Nosotros, determinados por causa y consecuencia, en
un espacio estrecho de la percepción de vida.
Es por eso que estamos obligados a compensar lo
desconocido con fe. La gente cree que existe una Fuerza Superior, “un
espíritu”, que se convierte en todo lo que existe, le da vida, y determina el
destino. Es decir, la esencia de la materia es determinada por el “alma” que le
da vida.
Esto es así porque nuestro egoísmo quiere
pensar que pertenece a la eternidad. No existe prueba de esto, pero nos
beneficia pensar de esta manera. El mecanismo de defensa del organismo no nos
permite aceptar que las cosas pueden ser diferentes.
De otra manera, la vida sería imposible. Si una
persona no se sintiera eterna, si el siéntese absolutamente que su vida es
finita, la persona no podría vivir. Imagínate que se te dice la fecha exacta de
tu muerte. Esto pone una cruz en toda tu vida a partir del día de hoy. Esto se
debe a que, a partir de ahora, continuarías viviendo con la comprensión exacta
de tu inminente muerte. Una persona no es capaz de vivir así.
La sensación más natural otorgada por la naturaleza
consiste en que un alma, que de alguna manera existió antes del nacimiento y
continuara viviendo después de la muerte, se viste en nuestro cuerpo y la
recompensa y castigo principal ocurrirán en el mundo futuro, y no aquí.
Esperamos nuestra recompensa por todo nuestro trabajo presente.
Una persona ni siquiera necesita ser enseñada sobre
esto. La persona pensara esto de cualquier modo. No somos capaces de salir de
esta ilusión, de la misma manera que no somos capaces de salir de nuestro
egoísmo hasta que nos elevemos al mundo de la verdad, no después de la muerte
de nuestro cuerpo, sino después de la muerte de nuestro egoísmo.
(De la lección diaria de Cabalá,“Cuerpo y Alma”,
laitman.es)
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