Nuestro mundo se encuentra por debajo
del punto central de todo el universo, Maljut,
directamente debajo del final de la línea de la Luz que se extiende desde el
Infinito (Kav Ein Sof), que “toca y no lo toques.” En
otras palabras, pasa una pequeña chispa de Luz para nosotros, para que de
alguna manera podamos imaginar la Luz y existir. Esta chispa es llamada “una
vela delgada” (Ner Dakik).
Pero, de hecho, en relación con el mundo espiritual, ¡todo este mundo que
actualmente sentimos que no existe! En la imagen del universo, este punto
también es espiritual y no material como lo imaginamos ahora.
Además, todos los 125 grados posteriores por medio de los
cuales asciendo al Mundo del Infinito se desvanecen después
de mi ascenso. Sin embargo, no son mi ilusión, sino que simplemente se
unifican, enrollándose como una alfombra, y permaneciendo dentro de mí, similar
a la forma en la que la experiencia de una persona durante toda la infancia
permanece con él cuando se convierte en un adulto. Uno puede recordar su
infancia y por lo tanto entiende los niños.
¿Cómo más podría ser capaz de entender a
mi nieto de dos años de edad? Esto es posible sólo porque yo mismo fui niño
alguna vez. Y aunque no me acuerdo de mí a los dos años de edad, un estado de
niño, todo el “Partzuf de dos años” está dentro de mí. Si no
tuviera esto, yo no sabría cómo acercarme a un niño desde la altura de mis 60
años de edad. Yo le invitaría a estudiar El Zohar y
no me daría cuenta que más necesita él.
Sin embargo, de esta manera estamos
organizados desde Arriba, como un computador que tiene todos estos programas.
Operamos sobre la base de datos inherente e imaginamos que nos despertamos y
elegimos entre nuestros archivos de almacenamiento.
Sin embargo, la realidad que aparece
ante nuestros ojos ahora es una completa ilusión. Después de todo, es
proyectada por nuestro deseo egoísta, mientras que ¡este deseo egoísta en sí es
una ilusión y no existe! No hay deseo de disfrutar en beneficio propio,
¡desapareció durante la Primera Restricción (Tzimtzum Alef)! E incluso antes de ella,
la intención egoísta no era real, porque tan pronto como se despertó, estaba
limitada inmediatamente.
Pero con el fin de cometer una
transgresión, es necesario repetirlo. La primera vez, sólo sientes el sabor del
placer hasta entonces desconocido. Si durante la segunda vez ya conscientemente
decides seguir adelante con él, entonces se le llama pecado.
Por lo tanto, antes de la recepción del Tzimtzum
Alef no fue considerada una transgresión, tan pronto como la criatura
lo siente, de inmediato lo resiste. En Cabalá nuestra “tierra”, indica el deseo
de disfrutar de un beneficio propio (“Eretz”, la tierra viene de la
palabra “Ratzon”, deseo). Así que ¿el globo terrestre existen o no?
Es mi deseo que retrata la tierra de esta manera para mí.
No existe, pero su imagen existe en mi
deseo. Y ya que es un deseo egoísta, ¡no existe en el mundo espiritual! Por lo
tanto, todo este mundo es imaginario. Me lo dan a mí como una ilusión para que
pueda comenzar a nacer en la espiritualidad por mi cuenta.
El Creador quiere que construyamos por
nosotros mismos exactamente como él. Pero, ¿dónde empezamos? Comenzamos con un
completo cero, al igual que el Creador comenzó con “ausencia” (Yesh Mi Ain).
En otras palabras, estoy empezando de la línea de partida, sin estar en el
mundo espiritual.
Cada nuevo grado para mí debe comenzar
aquí, en este mundo imaginario, en el exterior de lo espiritual: en el primero,
segundo, tercero, y así sucesivamente, hasta el grado 125. (Recuerda que antes
que Rabí Shimón se elevara al grado final, se sentía como Shimon del mercado.)
Es decir, cada vez nos elevamos de “esta tierra”, de este deseo.
(De la lección
diaria de Cabalá, Beit Shaar HaKavanot, laitman.es)
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