De pronto se despierta en el hombre el “punto en el
corazón” y él se desahucia de su vida anterior. Entonces es como si empezara
una nueva página en su vida.
La sociedad provee al hombre de patrones
artificiales de comportamiento, juega con su ego, sin preguntarle si desea o no
vivir según ellos. El lugar en la tierra, donde nace el hombre, determina qué
valores culturales serán inculcados en él de nacimiento, y lo educa para que
sea el hombre que debe ser. Esté o no esté de acuerdo, él absorbe estos valores
y vive según ellos toda su vida. Para aprovechar más de él, la sociedad le suma
también promesas sobre retribuciones a recibir en el próximo mundo. Y de todas
formas, el hombre no tiene elección libre, no tiene ninguna elección.
Pero en algún momento, de pronto, se despierta en
él, el “punto en el corazón”, y él se desahucia de su vida anterior.
Entonces es como si empezara una nueva página en su vida. Todos los valores
anteriores se destruyen, en lo que a él le concierne, y desaparecen, pierden
toda importancia. Los patrones anteriores de comportamiento se anulan porque
estos no sirven para darle favores o castigos. Sólo perduran las normas de
comportamiento indispensables, que sin ellas no se puede subsistir.
Si es religioso, entonces se despiertan en él dudas
también con respecto al próximo mundo. Las circunstancias lo llevan al grupo, a
los libros de cabalistas, y ahora debe elegir: ¿cuánto desea integrarse en esta
sociedad, en este camino? Su libertad no está en la elección del camino, sino
en el ritmo del progreso, cuantas fuerzas invertirá, con qué rapidez absorberá
ejemplos de ellos, nuevos modelos de conducta, nuevos valores.
Su elección está sólo en la medida en la que se
integrará en el proceso general – avanzar hacia adelante con más o menos
rapidez. Y en esto es que se le da la libertad – absorber en su interior en la
mayor rapidez posible los nuevos ejemplos y patrones que le ofrece la nueva
sociedad.
Es verdad que su elección está únicamente en el paso
en el que asume estos nuevos ejemplos, pero aun se trata de una elección. Esta
es más elevada que su deseo egoísta de placer. Y así comienza a construir en su
interior al “hombre”.
(kabbalah.info/es)
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