La pereza es una cualidad provechosa, dependiendo de cómo
se utilice.
La pereza puede ser muy útil si se
combina con la importancia de la meta espiritual. Siento pereza para realizar
cualquier movimiento hasta que descubro el daño que puede acontecerme.
Entonces, no tengo más remedio que vencer mi pereza. En este caso no realizo un
esfuerzo suplementario, únicamente lo necesario para alcanzar la meta elegida.
La pereza no significa necesariamente
estar acostado sin hacer nada. Es posible que hagas grandes esfuerzos
dedicándote a cosas ajenas a la meta, pero sientes pereza para obligarte a
hacer algo útil por tu progreso espiritual. Por ejemplo, te sientas en casa y
no te acuestas temprano para poder levantarte de madrugada e ir a la clase. Eso
es una forma de pereza.
La raíz de la pereza radica en que no
ves la recompensa que te inspiraría cambiar tu estado. Por eso tienes que
aumentar el valor que tiene la recompensa en tu percepción y entonces podrás
vencer tu pereza. De otra forma, te sentirás bien como estás; no sentirás un
castigo muy grande o alguna recompensa y por esta razón preferirás permanecer
como estás, sin cambios.
El hombre que trabaja duramente en algún
trabajo sencillo y gana una miseria tiene pereza en hacer un esfuerzo por
cambiar de empleo. Su trabajo es duro pero tiene pereza de cambiar. Este
ejemplo nos sirve para comprobar que si utilizamos correctamente la pereza,
ella nos ayudará a hacer sólo lo que necesitamos hacer, pero si no lo hacemos
en forma correcta, entonces nos detiene y no nos deja crear las condiciones
correctas para alcanzar la meta.
Por eso, la pereza es una cualidad muy
importante. Dirigiéndola correctamente y teniendo el control de ella, podemos
avanzar con éxito, como en un automóvil cuando pisamos el acelerador o los
frenos. ¡Es un ejemplo más de que nada ha sido creado en vano!
(kabbalah.info/es)
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