martes, 29 de septiembre de 2015

El ciclo de festividades - el ciclo de correcciones del alma

Según el programa de la creación, toda la vida es el proceso de corrección del egoísmo creado para que sea usado como amor y otorgamiento a las personas y desde ahí al Creador. No hay otra finalidad, significado o satisfacción en la vida. Este proceso comprende acciones regulares de corrección: días de la semana, acciones especiales, el Shabat y las festividades.

Todo está derivado del hecho de que cada día es nuevo, cada mes es nuevo, y cada hora es nueva para una persona. Estos cambios astronómicamente parecidos son de hecho, internos, espirituales. Todo lo que importa resulta de los cambios alrededor de las fuerzas espirituales que influencian nuestro mundo, y así los cambios aparecen en nuestro mundo en los niveles de inanimado, vegetativo, animal y nosotros.

En otras palabras, la razón de todos estos cambios es la rotación de la Sefirot a través de la cual la Luz pasa. La Luz influencia y actúa en nuestro universo y el resultado es la materia en nuestro mundo. Así que si una persona quiere estar conectada con la creación entera, cada momento es inmensamente valioso para él. Además de esto, él puede dividir cada momento dentro de una multitud de momentos. Esto significa la posibilidad que la existencia por solo un segundo  cobra vida para él. Y en este sentido se expande a sí mismo.

Las festividades judías se caracterizan por darnos la sensación de singularidad en cada momento en el tiempo, en cada Sefira que participa en el pasaje de la Luz.

El año nuevo es el comienzo de una larga cadena de correcciones internas que nosotros atravesamos gradualmente. Comenzamos por comprender nuestra misión en esta cadena cuando llegamos al Día del Juicio (Yom Kippur), en el que nos juzgamos a nosotros mismos de una manera estricta.

Tomamos una decisión sobre lo que tenemos que hacer para alcanzar la fuerza que nos hemos fijado como meta. Esta fuerza está unida, y por lo tanto, también tenemos que ser como un hombre que une a toda la humanidad.

Esta vez, la unidad incluye no sólo al pequeño grupo que una vez escapó de la antigua Babilonia, ni sólo a la nación de Israel. Ahora toda la humanidad tiene que alcanzar la unidad con el sistema general de la naturaleza. Esa es nuestra manera de entender el poder y la singularidad del Día del Juicio.

El punto culminante del día del juicio es cuando leemos un pasaje del Libro de los Profetas, Maftir Yonah, que habla de Yonah (Jonás) el Profeta al que envió el Todopoderoso a Nínive para advertirles a las personas que vivían allí que la ciudad sería destruida si no se arrepentían. La historia nos cuenta que Yonah quería huir de su misión de llevar a toda la humanidad hacia la corrección, donde la ciudad de Nínive representaba a la humanidad. Sin embargo, el curso de los acontecimientos se desarrolló de una manera en la que él entendió que no sería capaz de huir y que tenía que cumplir con la misión que se le había encomendado.

La nación de Israel, al igual que Yonah el Profeta, conoce su misión y tiene el poder para cumplirla, y debe sacar de su situación al mundo entero, a toda la “ciudad de Nínive”.
Después de eso tenemos la festividad de Sucot, en la que nos sentamos a la sombra de una tienda especial, una Sucá, o en otras palabras, nos cubrimos con una pantalla. Los cuatro símbolos de la festividad de Sucot, el Lulav (rama de palmera), Hadassim (ramas de mirto), Aravot (ramas de sauce), y Etrog (citrón), simbolizan la HaVaYaH plena o las cuatro etapas de la revelación de la Fuerza Superior en el deseo de recibir corregido de uno.

Nuestro deseo egoísta tiene cuatro capas que tenemos que corregir. El egoísmo es lo que se interpone entre nosotros, impidiéndonos unirnos. Si podemos conectar juntas todas estas formas de egoísmo (tomar en nuestras manos los cuatro símbolos de Sucot) y conducirlas directamente hacia la fuerza de unidad, esto significa que realizamos la bendición llamada “Arbaá Minim”.

Sucot es seguida por la festividad de Simjat Torá (la alegría de la Torá), en la que nos regocijamos ante la fuerza superior que vino a nosotros todo el tiempo y nos ayudó a hacer las correcciones y atravesar todas sus etapas.

Luego llegamos a la festividad de Janucá, un estado en el que no queremos nada. Sólo miramos las velas de la festividad, pero no los usamos. Janucá es una fiesta espiritual porque sólo nos regocijamos en la Luz, en la forma en que se establece la fuerza superior en nuestro interior y nos separa de nuestro egoísmo o del mal que hay dentro de nosotros, mientras que todos nosotros juntos deseamos conectarnos con esta fuerza.

La próxima festividad es Purim, a diferencia de Yom Kippur (Ki-Purim, como Purim). En Yom Kippur hacemos un ayuno especial, mientras que en Purim, por el contrario, comemos y bebemos para darle contento a nuestro corazón, y regocijarnos. En Purim hay un mandamiento de emborracharnos hasta tal punto de no distinguir entre Hamán y Mordejai, un pecador de un hombre justo.

Esto se debe a que ya no somos tan efímeros o carentes de todo egoísmo como en Janucá, sino que por el contrario, corregimos nuestro mal. Corregimos todo el egoísmo anterior y las malas inclinaciones en contra de la unidad. Es por eso que esta fiesta es opuesta a la del Día del Juicio, Yom Kippur, que es “como Purim“. En Yom Kippur los deseos no corregidos sólo se revelan, mientras que en Purim, en realidad se corrigen.

Ahora todos los deseos y aspiraciones pueden ser conectados en un todo. Cada persona puede darles presentes a los demás, demostrándoles su amor. Así es como llegamos al estado en el que no diferenciamos entre un pecador y un hombre justo, ya que todo se corrige. ¡Se les permite a ustedes hacer todo lo que quieran, y esto será bueno! No hay ninguna diferencia entre las personas. Todas nuestras aspiraciones, deseos y pensamientos son correctos.

La siguiente festividad es la Pascua, que simboliza nuestro éxodo constante de mal al bien, de la esclavitud a la libertad. Salimos de nuestro egoísmo, “pasamos por encima” (Pasah), liberándonos de la esclavitud, del poder de nuestro deseo egoísta que gobierna sobre nosotros, y nos elevamos por encima de él.

Entonces empezamos a contar los días del Omer, en los que contamos las correcciones de nuestros deseos hasta que alcanzamos la festividad de Shavuot la entrega de la Torá. Discernimos que tenemos que recibir la fuerza superior, que nos corregirá, porque la única cosa que tenemos dentro de nosotros es la inclinación al mal. Pero además de la inclinación al mal, fue creado un medio para corregirla, la Torá, la Luz que Reforma.

La festividad de Shavuot, la entrega de la Torá, significa que tenemos que recibir desde arriba la fuerza para nuestra corrección. Esta fuerza nos ayuda a construirnos a nosotros mismos, pero no podemos permanecer en este estado, así que nos rompemos. Este colapso es simbolizado por el 9 de Av, que completa el ciclo.

Al construirnos a nosotros mismos y luego rompernos, llegamos a entender las razones de nuestra caída y toda la profundidad del mal. Antes de eso, el mal estaba oculto y no era lo suficientemente evidente, pero ahora entendemos que necesitamos una mayor corrección del mal. Al corregirlo, alcanzamos el final de la corrección.

Esto es muy parecido a prometerse a sí mismos no comer dulces, y después entrar en una tienda de golosinas donde están rodeados de tantas delicias que olvidan por completo su promesa y el hecho de que el azúcar es malo para ustedes. El placer los esclaviza y ustedes son dominados por él.

La misma situación se presenta el 9 de Av, pero en una escala mucho mayor. Sin embargo, a través de este colapso, nosotros aprendemos la profundidad a la que tendremos que corregirnos a nosotros mismos con el fin de soportar la enorme “tienda de dulces” que nos confunde. Eso se debe a que tenemos que corregirnos, no sólo en relación al pequeño caramelo, sino en relación a todo el tremendo egoísmo.

Así es como alcanzamos la corrección completa. Logramos la unidad y por lo tanto alcanzamos la equivalencia con toda la naturaleza. Pero eso no es suficiente. La historia de Yonah (Jonás) el profeta nos recuerda que tenemos que cuidar del resto de la humanidad. Es entonces cuando, después de corregirse a sí misma, la nación de Israel le pasa el método a toda la humanidad. Ella llega a la humanidad como a la ciudad de Nivneh (Nínive) con el fin de corregirla.

Por lo tanto, el mundo entero alcanza un estado de prosperidad, completando el ciclo que está simbolizado por las festividades judías.
 (laitman.es)
*Img: por Two Little Fruits Art studio

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