Mientras tanto, logramos seguir en el juego, hundirnos persiguiendo objetivos pasajeros, los cuales imaginamos como portadores de placeres: dinero, honor o control. De lo contrario ¿qué mas nos queda por hacer en esta vida?
Nos miramos unos a otros, y sin pensarlo, hacemos lo mismo que los demás. Nos decimos a nosotros mismos: "Si me comporto como los que me rodean, entonces me siento bien". Elegimos un objetivo general y agradable y lo perseguimos tratando de escondernos de esa sensación de vacío.
Tenemos que hacer cosas que nos mantengan ocupados todo el tiempo; de no ser asi, nos acosarían las eternas preguntas: ¿Para qué vivo? ¿Qué sentido tiene mi vida?
Pero tarde o temprano se despertará en nosotros "El punto en el corazón" y dejaremos de pensar sólo en el mundo material de mañana a noche. De pronto entenderamos que esa persecución fue organizada de manera intencional, con el fin de desviar nuestros pensamientos de lo primordial.
Mientras cerrábamos los ojos para no mirar, lográbamos correr junto con los demás. Pero ya no tenemos más fuerzas.
Todos continúan en la carrera, pero nosotros nos retiramos de la pista. Ya no nos atrae, ya no le encontramos ningún sentido.
Nuestro deseo se hace tan profundo, que ya no nos permite seguir llenándonos de objetivos mundanos. Este es el punto en el que comenzamos a buscar una meta más elevada.
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