Hay cinco niveles de
nuestros deseos, divididos en tres grupos. El primero es el de los deseos
animales (alimento, reproducción, y hogar); el segundo es el de los deseos
humanos (dinero, honor, conocimiento), y el tercer grupo es el deseo espiritual
(el “punto en el corazón”).
Cuando los cabalistas
hablan acerca del corazón, no se refieren al corazón físico, sino a los deseos
de los primeros cuatro niveles. Pero el quinto nivel del deseo es esencialmente
diferente. Éste busca satisfacción sólo proveniente de la espiritualidad, no de
nada físico. Este deseo constituye además la raíz del crecimiento espiritual
que estamos destinados a experimentar. Por esta razón, los cabalistas lo llaman
el “punto en el corazón”.
Pero el deseo de
recibir es un callejón sin salida: cuando finalmente recibo lo que he estado
buscando, casi inmediamtamente deja de interesarme. Y, por supuesto, al no
quererlo, no puedo disfrutarlo.
El deseo de
espiritualidad posee un mecanismo intrínseco, llamado Tikkún (corrección), para evitar esa
trampa. Un deseo del quinto
nivel debe primero ser “revestido” con este Tikkún antes de que pueda ser utilizado
eficaz y placenteramente.
Comprender el Tikkún resolverá muchos malentendidos
comunes acerca de la Cabalá. El deseo de recibir ha sido la fuerza propulsora
detrás de cada progreso y cambio en la historia de la humanidad. Pero el deseo
de recibir siempre ha consistido en recibir placer para la autogratificación.
Aunque no hay nada
malo en querer recibir placer, la intención de disfrutar con el fin de
auto-gratificación nos coloca en oposición a la Naturaleza, al Creador.
Por lo tanto, al
querer recibir para nosotros
mismos, de hecho, nos estamos
separando del Creador. Esta es nuestra corrupción, la razón de toda desgracia y
descontento
.
La corrección (Tikkún)
no ocurre cuando simplemente dejamos de recibir, sino, cuando cambiamos la razón por la que estamos recibiendo; es
decir, cuando modificamos nuestra intención.
Cuando recibimos para
nosotros mismos, se llama “egoísmo”. Cuando recibimos con el propósito de
unirnos con el Creador, se llama “altruismo” o “unidad con la Naturaleza”. Por ejemplo,
¿disfrutarías comer el mismo alimento cada día durante meses? Probablemente no.
Pero eso es exactamente lo que se les exige hacer a los bebés. En eso, ellos no
tienen opción. De hecho, la única razón por la que están de acuerdo con eso es
porque no conocen otra cosa. Pero seguramente no hay más placer derivado de
comer que no sea el de llenar sus estómagos vacíos.
Ahora, piensa en la
madre del bebé. Imagina su rostro iluminado mientras está alimentando a su
hijo(a). Ella está en el séptimo cielo simplemente viéndolo(a) comer
saludablemente. El bebé posiblemente esté satisfecho, pero la madre está
eufórica.
En otras palabras,
tanto la madre como el recién nacido disfrutan del deseo del niño(a) por la
comida. Pero mientras el enfoque del bebé es su propio estómago, el placer de
la madre es infinitamente mayor por el deleite que le produce el estar dándole
algo a su pequeño(a). Su enfoque no es hacia sí misma, sino hacia su hijo(a).
Es igual con la
Naturaleza. Si supiéramos lo que quiere de nosotros, y lo cumpliéramos,
sentiríamos el placer de la entrega. Además, no lo percibiríamos en el simple
nivel instintivo como el que la madre experimenta con su bebé, sino en el nivel
espiritual, consciente de nuestro vínculo de unión con la Naturaleza.
En hebreo –el idioma
original de la Cabalá– la intención se llama Kavaná.
Por lo tanto, el Tikkún que necesitamos es colocar la Kavaná correcta por encima de
nuestros deseos. La recompensa por hacer
un Tikkún y tener una Kavaná es el logro del último y el más
grande de todos los deseos: el deseo de la espiritualidad, de alcanzar al
Creador.
(Extracto del libro "Cabalá para Aprendices")
Material relacionado:
Cuatro niveles del deseo de recibir
Desarrollando el deseo
CABALÁ PARA APRENDICES
Disponible en nuestra TIENDA DE LIBROS
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