Solamente corrigiendo lo que no está ya corregido podemos
aprender a entender al Creador y volvernos semejantes a Él. En nuestro mundo,
un niño aprende construyendo una casa con bloques o armando un rompecabezas. Todo se construye de
piezas sueltas para formar un todo. Primero, un niño tiene que desmontar un
juguete para ver lo que hay en el interior, después vuelve a juntar las piezas
para que tenga la forma perfecta; así escomo se desarrolla.
En la espiritualidad avanzamos de la misma forma. Tenemos que
saber cuáles son nuestras fallas o malas acciones, en dónde sucedió el
rompimiento y como arreglarlo –conectando las partes separadas e ir uniendo
cada vez más piezas rotas. La percepción y el alcance provienen del Creador a
la creación, del todo y perfecto al imperfecto. Entre mayor sea la distancia
entre la perfección y lo imperfecto, más conexiones habrá entre uno y otro y
más significativa la sabiduría que resulte. La sabiduría nace de nuestra unión,
bajo la condición que exista disparidad de forma y separación entre ellas. Por
lo tanto, entre más rotos, separados, confundidos, desilusionados y opuestos a
la perfección estemos, mejor será.
Si soy capaz de aplicar todo el esfuerzo posible, empleando los
recursos disponibles, entonces debo empezar a armar la perfección desde la
imperfección para dejar que la oscuridad brille como la Luz y reunir todas las
partes en armonía y equilibro dentro de una fuente. Eso significa que entenderé
quién es el Creador, Quien creó esta creación rota. La palabra creación Beria significa “llevado más allá de Sus limites”. En
el principio el Creador hizo el mal, un atributo que es opuesto a Él y nos dio
la oportunidad de conocerlo únicamente estableciendo las conexiones
correctas, pasando por un proceso de corrección. Por eso es que no debemos
quejarnos de nuestras dificultades, pues llegan hasta nosotros para que al
corregirlas construyamos la perfección.
(Consejo diario para el que está en el camino, kabbalah.info)
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