En
la Cábala, las palabras "Dios" y "La naturaleza" son
sinónimos, y la naturaleza es altruista. Para descubrir a Dios, tenemos que ser
como la naturaleza.
Miles de científicos, a juzgar por los últimos
informes del Panel Intergubernamental para el Cambio del Clima, establecen que
debemos detener nuestro antagonismo con la Naturaleza, como hemos estado
haciéndolo en los últimos siglos, y empezar a trabajar en armonía con ella.
Explican que la Naturaleza sabe cómo y cuándo actuar. Si tan solo nos quitáramos
de en medio, las cosas se resolverían. De forma similar a como el cuerpo tiene
su sistema inmunológico, la Naturaleza tiene mecanismos que mantienen el
equilibrio.
Asimismo, los
cabalistas establecen que las células en el organismo se encuentran unidas con
el fin de sostener al organismo en su totalidad. Cada célula recibe lo que
necesita para su mantenimiento, e invierte el resto de su energía en el resto
del cuerpo. En cada nivel de la Naturaleza, el individuo trabaja para beneficio
del colectivo del que forma parte, y en el que a su vez, encuentra la plenitud.
Sin actividades altruistas, el cuerpo no puede subsistir. De hecho, la vida
misma no podría mantenerse.
Este balance es un
equilibrio dinámico controlado por mecanismos de regulación interrelacionados,
los cuales no están pensados para los elementos que lo componen, sino para el
sistema en su totalidad. Imaginemos el caos en el que nos encontraríamos si
cada uno de los órganos se preocupase únicamente de sí mismo, en lugar de
cuidar la salud de todo el cuerpo.
En tal situación, los
órganos robarían vasos sanguíneos unos a otros, impidiendo la nutrición de los
órganos adyacentes y el suministro de oxígeno. Aquellos que producen
anticuerpos los atacarían porque los considerarían órganos ajenos, y de esta
forma, los que tuvieran defensas más poderosas acabarían con los más débiles.
Pronto, muy pronto, el cuerpo perecería, claramente, al igual que esos órganos
egoístas. Cuando tal proceso ocurre es llamado “cáncer”.
La bióloga
evolucionista Elizabeth Sahtouris, consultora de la ONU, sostiene que “Cada
molécula, cada célula, cada órgano… tiene su propio interés egoísta. Cuando
cada nivel del cuerpo muestra esta intención, fuerza la negociación entre todos
los otros niveles. Este es el secreto de la Naturaleza. A cada instante en
nuestro interior, estas negociaciones conducen a los sistemas a la armonía”.
Tanto la ciencia como
la Cabalá reconocen que el mayor, si no el único y verdadero problema en este
mundo somos nosotros:
“Pienso que los virus
informáticos deben considerarse vida. Creo que dice algo acerca de la
naturaleza humana que la única forma de vida que hemos creado hasta ahora es
puramente destructiva. Hemos creado la vida a nuestra imagen”
(Stephen Hawking,
físico y cosmólogo británico)
“Y en palabras
sencillas diremos que la naturaleza de todos y cada uno de los seres humanos es
aprovecharse de todas las criaturas del mundo para su propio bien, y aún cuando
le da algo a sus semejantes no es sino por necesidad. Y aún entonces, hay en eso
algo de explotación hacia su semejante, sólo que el hecho (explotación) se
efectúa de manera muy fingida, de modo que su amigo no lo perciba”. (Rabí
Yehuda Ashlag (Baal HaSulam), “Paz en el
Mundo”)
El hecho de que la
Naturaleza existe y que no se destruye a sí misma a cada momento es una prueba
irrefutable de que no funciona de manera egoísta, de que se coordina como un
sistema, anteponiendo el bienestar general al particular. En la Cabalá, cuando
las necesidades del conjunto son prioritarias a las individuales, se denomina
“altruismo”. En un sistema con estas características, los elementos
particulares contribuyen constantemente con el sistema, sea un organismo o una
sociedad humana.
Los humanos, en casi
todos sus aspectos, son como las especies animales. Sin embargo, hay un aspecto
en el que nos diferenciamos de la Naturaleza. Anteponemos nuestro propio
interés al del conjunto. Esta es la esencia del egoísmo. No necesitamos enseñar
a los animales, las plantas o las rocas cómo comportarse. Siempre lo hacen de
acuerdo con la Naturaleza, de forma altruista, colocando el interés general
delante del particular. Por ese motivo los animales de presa cazan únicamente
para su sustento, manteniendo el delicado equilibrio del hábitat.
Pero los humanos no
cazan para comer, sino para tener riqueza y explotar su entorno. El único
problema con la raza humana es que, a diferencia de los animales, funciona en
un “sistema operativo” egoísta en lugar de uno altruista, lo cual termina
afectándonos a todos, a través de las desgracias ecológicas, entre otras. Para
enmendar el rumbo y detener el desequilibrio en la homeostasis de la
Naturaleza, necesitamos la instalación del mencionado “sistema operativo”
altruista en lugar de uno tan fallido como el actual.
Y para encontrar el
programa adecuado, necesitamos ir al “distribuidor de programas”, el Creador.
En Cabalá, las palabras “Dios” y “La Naturaleza” son sinónimas. De ahí su mismo
valor numérico: 86. Los cabalistas han descubierto y actualizado un método que
nos enseña cómo sustituir este disco duro egoísta con uno altruista, y hoy en
día, cuando muchos reconocen que un drástico cambio desde lo profundo del
corazón es necesario, la Cabalá es retomada como la alternativa para que la
humanidad alcance la felicidad y la plenitud duraderas, en equilibrio con la
Naturaleza.
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