No existe un límite
que separe nuestro mundo del divino, del mundo espiritual. Pero dado el hecho
que el mundo espiritual, de acuerdo a sus características, es un anti-mundo,
está situado tan lejos de nuestra percepción que desde el momento en que llegamos
a este mundo, olvidamos completamente todo acerca de nuestra pasada
anti-condición.
Naturalmente, la única
manera de que los seres humanos perciban este anti-mundo, es adquiriendo su
esencia, su razonamiento, y sus cualidades. ¿Cómo deberíamos alterar nuestra
naturaleza presente, a fin de adquirir una completamente contraria? ¿Cómo
podemos adquirir la cualidad de altruismo absoluto? Los cabalistas sugieren que
experimentemos una transformación dentro de nosotros mismos. Sólo por medio de
este acto interno, podemos percibir al mundo espiritual y comenzar a vivir en
ambos mundos simultáneamente.
Este acto es
llamado Fe por encima de la razón. El mundo espiritual es
altruista. Cada deseo y acción que existen en ese reino no son dictados por la
razón humana o el egoísmo, sino por la fe; es decir, por la percepción del
Creador.
Si el sentido común
fuera una herramienta vital para nuestras acciones, entonces parecería que no
somos capaces de liberarnos por completo de nuestro propio intelecto. Sin
embargo, dado que éste no revela cómo escapar de las circunstancias que el
Creador ha puesto ante nosotros de una forma oculta, no nos ayudará en resolver
nuestros problemas. Por el contrario, permaneceremos a flote sin apoyo y sin
respuestas lógicas a lo que nos sucede.
En nuestro mundo,
somos guiados sólo por nuestros propios razonamientos. En todo lo que hacemos,
la razón -el cálculo ‘razonable’ puramente egoísta- es la base de todos
nuestros deseos y acciones. Nuestra razón calcula la cantidad de placer que
esperamos experimentar, y la compara con la cantidad de dolor requerido para esforzarnos
en lograr ese placer. Entonces, restamos uno del otro para calcular el costo, y
luego decidir si luchamos por tener placer o escogemos la tranquilidad.
Tal acercamiento
‘razonable’ hacia nuestro entorno es llamado Fe dentro de la razón.
En este caso, nuestra razón determina cuánta fe utilizaremos.
A menudo, actuamos sin
ningún cálculo del beneficio o costo del esfuerzo, como en el caso del
fanatismo o del comportamiento condicionado. Tales actos ‘ciegos’, son llamados
actos de Fe por debajo de la razón, ya que están determinados por
decisiones posteriores tomadas a ciegas por alguien más, en vez de responder a
la razón o al cálculo propio.
Nuestras acciones
también pueden ser dictadas por nuestra formación, habiéndose convertido en una
segunda naturaleza, hasta tal punto que debemos hacer un esfuerzo para no
actuar mecánicamente, a través de la fuerza del hábito.
A fin de hacer la
transición de vivir de acuerdo a las leyes de nuestro mundo, a vivir según las
leyes del mundo espiritual, debemos cumplir con ciertas condiciones. Primero,
tenemos que descartar por completo los argumentos de la razón y renunciar a
utilizar nuestro intelecto para determinar nuestras acciones. Como si
estuviéramos suspendidos en el aire, debemos intentar aferrarnos al Creador con
ambas manos, permitiéndole así al Creador y sólo a Él determinar nuestras
acciones.
En sentido figurado,
debemos sustituir nuestra propia mente por la del Creador, y actuar de manera
contraria a nuestra propia razón. Debemos colocar la Voluntad del Creador por
encima de la nuestra. Una vez seamos capaces de hacer esto, nuestro
comportamiento representará la Fe por encima de la razón.
Habiendo completado
esa primera etapa, podremos percibir ambos mundos: este y el espiritual. Como
consecuencia, descubriremos que ambos mundos funcionan según la misma ley
espiritual de la Fe por encima de la razón.
La voluntad de
suprimir nuestra propia razón y de ser guiados sólo por el deseo de entregarnos
al Creador, forma la vasija espiritual en la que se recibe todo nuestro
entendimiento espiritual. La capacidad de esa vasija; es decir, la capacidad de
nuestra razón espiritual, está determinada por la cantidad de razón terrenal
egoísta que estamos tratando de suprimir.
(Extracto del libro
"Alcanzando los mundos superiores" por Rav Michael Laitman)
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