Mucha gente me pregunta mi opinión sobre la comunidad LGBT y
quiere saber lo que la sabiduría de la Cabalá dice acerca de la controversia
sobre la identidad de género. La Torá, como todos sabemos, prohíbe las
relaciones homosexuales, como está escrito (Levítico, 20:13): “Si un hombre
yace con un varón, como los que yacen con una mujer, ambos han cometido
abominación; ambos han de ser condenados a muerte; su sangre caerá sobre
ellos”. Desde esta perspectiva, puedo entender a las personas que se oponen a
la comunidad LGBT por motivos religiosos.
Sin embargo –y este es un gran sin embargo– la sabiduría de la
Cabalá hace referencia a un nivel más profundo de la realidad. Según la
sabiduría de la Cabalá, las relaciones que la Torá menciona no expresan
relaciones físicas, sino lazos de amor y de unión entre las partes del alma
común, colectiva. Estas partes del alma se vuelven las más conectadas
precisamente cuando se construyen sobre la fragmentación y el odio, como dijo
el Rey Salomón (Proverbios 10:12): “El odio despierta rencillas, y el amor
cubre todas las transgresiones”.
Entre los millones de estudiantes de Bnei Baruch por todo el mundo, los hay que también pertenecen a la comunidad LGBT. Tras unas recientes declaraciones en los medios de comunicación, algunos estudiantes se han dirigido a mí a propósito de estos temas. Mi respuesta es simple y clara: ¡todos los grupos que estudian por todo el mundo con Bnei Baruch están abiertos a todos! En nuestros grupos de estudio hay personas de todos los géneros, confesiones, religiones, nacionalidades, colores y orientación sexual. ¡No discriminamos ni excluimos a nadie! Nuestro mensaje hace énfasis en encontrar lo que nos une y en construir un tejido sólido de conexión por encima de nuestras diferencias.
Destrozada por el odio
El mayor problema del mundo es que estamos sufriendo un odio infundado. Las leyes sociales descritas en la Torá hacen referencia a una sociedad unida por el amor mutuo. Pero nosotros, los judíos, perdimos esa unidad hace unos dos mil años; y nuestro exilio de la tierra de Israel refleja el abandono de esa unidad. Es más, esta fragmentación es lo que primordialmente provocó nuestro exilio del espacio físico de Israel. Por lo tanto, mientras permanezcamos divididos y separados unos de otros, no estaremos comportándonos según lo que dicta la Torá, sino según lo que dicta nuestro estado de fragmentación; hasta que logremos la auténtica conexión y el amor mutuo que nos exige la Torá (época en la que el templo está en pie).
Un antiguo fenómeno
Las variaciones en la orientación sexual han existido desde los albores de la civilización. Nadie elige nacer con una u otra orientación: se trata de un “don que viene de lo alto”, por así decirlo. Por consiguiente, no hay que deslegitimarlos “a bote pronto”, sino crear un espacio para ellos, del mismo modo que lo hacemos con otros fenómenos en nuestra sociedad. La comunidad LGBT es parte de nuestras vidas y debemos aprender a vivir en solidaridad con ella, cambiar lo que podamos cambiar y aceptar con amor lo que no se pueda, aun cuando esto no siempre sea conveniente.
Cuando luchamos, despertamos las fuerzas negativas que nos separan. Del mismo modo, cuando nos unimos, despertamos las fuerzas positivas que pueden reparar nuestras relaciones a todos los niveles. Con ayuda de estas fuerzas positivas podremos comprobar cómo cada uno de nosotros posee varias “corrupciones”. No obstante, a medida que las vayamos revelando, también lograremos la capacidad de corregirlas.
Por qué es importante para los judíos
Desde la destrucción del Templo, el odio infundado ha estado arruinando nuestras relaciones. Y lo que es peor aún: a lo largo de los siglos nuestros egos han seguido creciendo y hoy son más ególatras que nunca. Un choque de egos, cualquiera que sea el motivo, no propiciará la construcción de las conexiones positivas que necesitamos para reparar nuestra sociedad. Más bien al contrario, el ego es la causa originaria de todos nuestros problemas. Si queremos recomponer los lazos rotos entre nosotros debemos trabajar denodadamente en la construcción de una red de unidad y amor por encima de nuestra antipatía mutua.
Y hablando de aversión: nosotros, los judíos, cuanto más desdeñemos la unidad, más nos desdeñarán las naciones. Cuanto más nos separemos unos de otros, más se separarán de nosotros.
Cómo hacer para corregir nuestras relaciones
Comencemos con la consideración mutua. Del mismo modo que los miembros de una familia se respetan entre sí, también nosotros podemos hacerlo siempre y cuando las facciones enfrentadas de nuestra sociedad –a pesar de los estallidos de odio– sean capaces de refrenarse y busquen formas para convertir a los enemigos en amigos.
Esto es válido para todas las declaraciones basadas en las creencias religiosas, así como para el “alarde” de la comunidad LGBT sobre su orientación sexual en desfiles y festivales. Estas provocaciones mutuas solo contribuyen a aumentar la furia y la animosidad, y no debemos olvidar que todas las partes en esta historia tienen sentimientos. En resumen, hay que dejar en paz a las personas para que lleven su vida personal y sexual en privado. Hagamos “alarde” de lo que nos une y no de lo que nos separa.
Nuestro objetivo no es bloquear las rutas de conexión, sino construir un espíritu de pueblo unificado. Y las acusaciones mutuas no nos ayudarán a conformar una sociedad sana. Nuestra grandeza no se mide por el grado en que nos aprovechamos unos de otros, sino por el grado en el que nos fusionamos unos con otros.
No procedemos –ni tenemos por qué hacerlo– de una misma línea de montaje en la que todos compartamos las mismas características y opiniones. Por lo tanto, dejemos de ser desdeñosos, irrespetuosos y agresivos entre nosotros. Tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten. ¡Recordemos que todos somos una familia! Si fuéramos los padres de toda la sociedad, no nos gustaría que ningún sector de ella presumiera y alardeara de lo que son: ¡nos gustaría que todos se sintieran iguales y que encontraran su lugar!
La sabiduría de la Cabalá valora a la persona solamente en relación al esfuerzo que hace para conectar con los demás “como un solo hombre con un solo corazón”. Cuando actuemos de esta manera unos hacia otros, con solidaridad mutua, nos convertiremos en una sociedad modelo para toda la humanidad. ¡Que este sea nuestro motivo de orgullo!
Entre los millones de estudiantes de Bnei Baruch por todo el mundo, los hay que también pertenecen a la comunidad LGBT. Tras unas recientes declaraciones en los medios de comunicación, algunos estudiantes se han dirigido a mí a propósito de estos temas. Mi respuesta es simple y clara: ¡todos los grupos que estudian por todo el mundo con Bnei Baruch están abiertos a todos! En nuestros grupos de estudio hay personas de todos los géneros, confesiones, religiones, nacionalidades, colores y orientación sexual. ¡No discriminamos ni excluimos a nadie! Nuestro mensaje hace énfasis en encontrar lo que nos une y en construir un tejido sólido de conexión por encima de nuestras diferencias.
Destrozada por el odio
El mayor problema del mundo es que estamos sufriendo un odio infundado. Las leyes sociales descritas en la Torá hacen referencia a una sociedad unida por el amor mutuo. Pero nosotros, los judíos, perdimos esa unidad hace unos dos mil años; y nuestro exilio de la tierra de Israel refleja el abandono de esa unidad. Es más, esta fragmentación es lo que primordialmente provocó nuestro exilio del espacio físico de Israel. Por lo tanto, mientras permanezcamos divididos y separados unos de otros, no estaremos comportándonos según lo que dicta la Torá, sino según lo que dicta nuestro estado de fragmentación; hasta que logremos la auténtica conexión y el amor mutuo que nos exige la Torá (época en la que el templo está en pie).
Un antiguo fenómeno
Las variaciones en la orientación sexual han existido desde los albores de la civilización. Nadie elige nacer con una u otra orientación: se trata de un “don que viene de lo alto”, por así decirlo. Por consiguiente, no hay que deslegitimarlos “a bote pronto”, sino crear un espacio para ellos, del mismo modo que lo hacemos con otros fenómenos en nuestra sociedad. La comunidad LGBT es parte de nuestras vidas y debemos aprender a vivir en solidaridad con ella, cambiar lo que podamos cambiar y aceptar con amor lo que no se pueda, aun cuando esto no siempre sea conveniente.
Cuando luchamos, despertamos las fuerzas negativas que nos separan. Del mismo modo, cuando nos unimos, despertamos las fuerzas positivas que pueden reparar nuestras relaciones a todos los niveles. Con ayuda de estas fuerzas positivas podremos comprobar cómo cada uno de nosotros posee varias “corrupciones”. No obstante, a medida que las vayamos revelando, también lograremos la capacidad de corregirlas.
Por qué es importante para los judíos
Desde la destrucción del Templo, el odio infundado ha estado arruinando nuestras relaciones. Y lo que es peor aún: a lo largo de los siglos nuestros egos han seguido creciendo y hoy son más ególatras que nunca. Un choque de egos, cualquiera que sea el motivo, no propiciará la construcción de las conexiones positivas que necesitamos para reparar nuestra sociedad. Más bien al contrario, el ego es la causa originaria de todos nuestros problemas. Si queremos recomponer los lazos rotos entre nosotros debemos trabajar denodadamente en la construcción de una red de unidad y amor por encima de nuestra antipatía mutua.
Y hablando de aversión: nosotros, los judíos, cuanto más desdeñemos la unidad, más nos desdeñarán las naciones. Cuanto más nos separemos unos de otros, más se separarán de nosotros.
Cómo hacer para corregir nuestras relaciones
Comencemos con la consideración mutua. Del mismo modo que los miembros de una familia se respetan entre sí, también nosotros podemos hacerlo siempre y cuando las facciones enfrentadas de nuestra sociedad –a pesar de los estallidos de odio– sean capaces de refrenarse y busquen formas para convertir a los enemigos en amigos.
Esto es válido para todas las declaraciones basadas en las creencias religiosas, así como para el “alarde” de la comunidad LGBT sobre su orientación sexual en desfiles y festivales. Estas provocaciones mutuas solo contribuyen a aumentar la furia y la animosidad, y no debemos olvidar que todas las partes en esta historia tienen sentimientos. En resumen, hay que dejar en paz a las personas para que lleven su vida personal y sexual en privado. Hagamos “alarde” de lo que nos une y no de lo que nos separa.
Nuestro objetivo no es bloquear las rutas de conexión, sino construir un espíritu de pueblo unificado. Y las acusaciones mutuas no nos ayudarán a conformar una sociedad sana. Nuestra grandeza no se mide por el grado en que nos aprovechamos unos de otros, sino por el grado en el que nos fusionamos unos con otros.
No procedemos –ni tenemos por qué hacerlo– de una misma línea de montaje en la que todos compartamos las mismas características y opiniones. Por lo tanto, dejemos de ser desdeñosos, irrespetuosos y agresivos entre nosotros. Tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten. ¡Recordemos que todos somos una familia! Si fuéramos los padres de toda la sociedad, no nos gustaría que ningún sector de ella presumiera y alardeara de lo que son: ¡nos gustaría que todos se sintieran iguales y que encontraran su lugar!
La sabiduría de la Cabalá valora a la persona solamente en relación al esfuerzo que hace para conectar con los demás “como un solo hombre con un solo corazón”. Cuando actuemos de esta manera unos hacia otros, con solidaridad mutua, nos convertiremos en una sociedad modelo para toda la humanidad. ¡Que este sea nuestro motivo de orgullo!
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