sábado, 15 de agosto de 2015

La llave de la felicidad


Por Rav Dr. Michael Laitman
  
Para descifrar el secreto de la felicidad, debemos descubrir en primer lugar quiénes realmente somos y cuál es nuestra naturaleza, lo cual es muy sencillo: Somos el deseo de ser felices. En otras palabras, todos nosotros queremos recibir placer y disfrutar, o como lo llama la Cabalá, “el deseo de recibir”.

“… El deseo de recibir placer constituye toda la sustancia de la Creación, desde el principio hasta el final, de modo que toda la incalculable cantidad de criaturas y sus variedades no son otra cosa sino grados y valores distintos del deseo de recibir.”- Cabalista Yehuda Ashlag (Baal HaSulam), Prefacio a la Sabiduría de la Cabalá

Tal vez estén familiarizados con lo anterior. Pero nuestra naturaleza, el deseo de recibir, es mucho más sofisticada de lo que nos parece. No es tan sólo un deseo constante que siempre nos está dando ligeros codazos para buscar la felicidad. Este deseo de recibir es realmente lo que nos mueve a realizar todo, desde las acciones cotidianas, insignificantes, hasta los pensamientos que pasan por nuestra mente.

El deseo de recibir busca satisfacción a cada paso y se asegura que no descansemos hasta satisfacer sus demandas. Es el que determina constantemente nuestro estado de ánimo; si lo complacemos, nos sentimos felices, nos sentimos bien, la vida es una canción; pero, si no lo hacemos, estaremos frustrados, enojados, deprimidos, nos volvemos violentos y hasta con pensamientos suicidas. Puede que ya lo hayas reflexionadolo que tan a menudo pasa para nosotros inadvertido –y lo que por cierto constituye la clave para develar el secreto de la felicidad- es el hecho que, una vez que hemos complacido nuestro “deseo de recibir”, el placer que en algún momento sentimos, desaparece.

El célebre autor irlandés Oscar Wilde, definitivamente lo sabía cuando escribió, “En este mundo sólo ocurren dos tragedias. Una, es no conseguir lo que queremos y la otra es conseguirlo. La última es por mucho la peor, es una verdadera tragedia”. La Cabalá nos explica el proceso para lograr la felicidad, de la manera siguiente: Primero, deseamos algo y nos esforzamos por obtenerlo. En el momento que conseguimos lo que anhelábamos, nos invade una sensación de placer, alegría y deleite. En términos  cabalísticos, el primer encuentro entre cualquier deseo y su satisfacción es el punto máximo del placer.

Es decir, tan pronto logramos lo que queremos, el deseo se va desvaneciendo. En pocas palabras, ya no sentimos el deseo por lo que hayamos conseguido, y como resultado, el placer se va esfumando hasta desaparecer por completo.

Por ejemplo, has sentido tanta hambre que crees que podrías comerte un trozo de filete grueso y jugoso, tú solo, sin convidar a nadie (los vegetarianos pueden pensar en un enorme plato de verduras). Pero, ¿qué pasa cuando empiezas a comer? La primera cucharada es un éxtasis y la siguiente es maravillosa. La que le sigue es buena y luego, pues, sí… está bien. Sin embargo, después va disminuyendo su importancia, hasta que acabas diciendo, “Ni un bocado más, voy a reventar”.
Esto se aplica a todo, no sólo a la comida. Podemos pasarnos años soñando con el auto deportivo. Pero cuando al fin lo tenemos, aunque por unos momentos o días sintamos una emoción inmensa, descubrimos que poco a poco lo vamos disfrutando menos. Hasta que al final, cada vez que lo conducimos, sólo pensamos en la gigantesca deuda que hemos adquirido, y en el hecho que habrá que pagarla en los próximos tres años.

El Profesor de Economía, Richard Easterlin, de la Universidad del Sur de California, uno de los pioneros en la investigación de la felicidad, llama a este fenómeno “adaptación hedonista”, que significa, “Compro un auto nuevo y me acostumbro a él. Adquiero un nuevo guardarropa e igualmente me acostumbro. Rápidamente nos adaptamos al placer que recibimos…” Pero este no puede ser el final de la historia.
Después de todo, al describir estos acontecimientos, vemos que todos nosotros anhelamos encontrar el placer duradero. ¿Es posible que la naturaleza nos haya colocado en este círculo vicioso en el que siempre seremos desgraciados? ¿Será la felicidad tan sólo un cuento de hadas que nunca se va a convertir en realidad?

Afortunadamente, la Cabalá nos explica que la naturaleza no es cruel; que de hecho, su único deseo es darnos la felicidad que tanto buscamos. Si nuestra aspiración a ser felices no fuera destinada a ser realizada, no habríamos sido creados con ella. El propósito de la naturaleza es que logremos alcanzar, de manera independiente, una sensación de total y completa felicidad, no parcial o temporal, sino absoluta, perfecta y eterna.

Y en realidad, estamos más cerca de alcanzarla de lo que pensamos. De hecho, la reciente tendencia por investigar la felicidad y la creciente comprensión de que siempre permanecemos insatisfechos nos han permitido efectivamente acercarnos a la verdadera felicidad. Estamos comenzando a reconocer el patrón: la felicidad no depende de qué cantidad de dinero ganamos o lo bien que funciona nuestro matrimonio. De hecho, no tiene relación alguna con cualquier placer terrenal que tratemos de recibir, sino con nuestra condición interna. Estamos empezando a descubrir el hecho fundamental de que la felicidad puede ser lograda sólo si utilizamos un principio distinto de gozo.

La Cabalá nos ayuda a resolver el problema de la felicidad desde su raíz. Ya hemos explicado la razón por la que nunca experimentamos placer duradero: el encuentro del placer con el deseo neutraliza de inmediato el deseo, y éste al ser neutralizado, nos impide disfrutar del placer.

Así que el secreto de la felicidad, nos explica la Cabalá, es agregar otro ingrediente a este proceso: la “intención”. Esto significa que continuamos deseando como antes, sólo que le damos un nuevo giro al deseo: lo dirigimos hacia fuera de nosotros, como si estuviéramos dando a otro. En otras palabras, esta intención de otorgamiento, convierte a nuestro deseo en un conductor del placer. Si elevamos nuestro deseo al plano espiritual, en función de dar, el placer que sentimos nunca va a parar; continuará fluyendo a través de nuestro deseo siguiendo nuestra intención. Y nuestro deseo podrá seguir recibiendo continuamente sin nunca llegar a saciarse.

Y esa es la fórmula para el placer interminable o la felicidad duradera. Cuando uno aplica esta fórmula, pasa en realidad por una transición muy profunda, y empieza a sentir diferentes tipos de placer. La Cabalá los llama “espirituales” y justamente son eternos. La verdadera felicidad se encuentra a la vuelta de la esquina, esperando a que aprendamos cómo experimentarla, cómo agregar la intención a nuestro deseo. Al estudiar la Cabalá adquirimos esta nueva intención espiritual de manera natural y empezamos a recibir conforme al deseo de la Naturaleza, o sea, plenamente. Y es por esto que “Cabalá” significa “recibir”, en hebreo, ya que es la sabiduría que justamente nos enseña cómo recibir el placer duradero.

(La Voz de Cabalá, kabbalah.info/es)

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