martes, 6 de octubre de 2015

¿Milagros y pases mágicos?

“…porque es cierto y verídico que el Señor Mismo pone la mano del hombre sobre su buen destino, o sea que le proporciona una vida de goce y deleite, dentro de una vida material llena de sufrimiento y dolor, vacía de todo contenido –que inevitablemente le causa desplazarse y huir de ello cuando ve aunque sea un vislumbre desde las ranuras de un lugar de tranquilidad para refugiarse allí de esta vida más dura que la muerte– que no hay una toma de mano mayor que esta, de parte del Señor”.
Baal HaSulam, “Introducción al Estudio de las Diez Sefirot”, ítem 4

Todos nosotros esperamos un milagro, algo que nos lleve tan solo por un momento, fuera de los límites de la opresiva realidad. Sin embargo, el milagro verdadero no se da por arte de magia, sino por un cambio de nuestra naturaleza a otra de otorgamiento, por el deseo de elevarnos espiritualmente.

Aquí y allá escuchamos manifestaciones fuera de lo común, desde milagros médicos, rescates inexplicables de un peligro e incluso de muerte, hasta hechizos.
Sin embargo, si profundizamos en el concepto de “milagro”, resulta confuso e ilógico para nuestro entendimiento.

Si es algo imposible, ¿cómo es que se produce? Ciertamente las cosas imposibles no pueden pasar… Entonces, ¿por qué tenemos la esperanza de que ocurran? En realidad, responde a una necesidad emocional de buscar algo más allá de nuestra vida y existencia, algo mucho mejor.

Hoy día, es fácil explicar muchos fenómenos que en el pasado se consideraron imaginarios o milagrosos. Un nativo africano vio un pájaro enorme de metal que llegaba desde el cielo. Si nosotros estuviéramos en el lugar, veríamos que es sólo un avión Boeing aterrizando. Siendo así, el concepto de milagro depende de nuestro conocimiento de la realidad; es algo relativo, ya que lo percibido por una persona como algo común es un milagro en otro lugar o para otra persona. Por ejemplo, si viéramos a nuestro vecino flotando en el aire, pensaríamos que nos volvimos locos, pero en la estratosfera, donde la fuerza de gravedad es nula, sería absolutamente posible.

LIMITADOS POR CINCO SENTIDOS E INTELECTO

No existen milagros en nuestro mundo, sino que todo es constante, producido según la Legislación Superior, que espera ser descubierta por nosotros. Ya se escribió sobre esto:
“Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastés 1:9).

Captamos la realidad infinita en forma limitada, a través de nuestros sentidos e intelecto. Por lo tanto, cualquier fenómeno que no pueda ser explicado lo interpretamos como un milagro. Los científicos hablan de nuestra percepción de la realidad como relativa. El tiempo, la masa y el espacio se definen y cambian en relación a la luz, siendo ésta constante. Cuanto más se acercan, a la velocidad de la luz, la masa se transforma en infinita, el espacio y el tiempo, simplemente desaparecen. Además, según la física cuántica, algo puede existir al mismo tiempo en distintos lugares y estados.

EN EL MUNDO ESPIRITUAL, EL MILAGRO ES LEY

El mundo espiritual está fuera de los límites de nuestra percepción. En nuestro mundo, todo se hace de acuerdo a leyes de recepción, del ego, mientras que en el mundo espiritual, todo ocurre de forma ilimitada e infinita, y se maneja de acuerdo a leyes de amor y otorgamiento, la física espiritual.

Cuando alcanzamos la Fuerza Superior, entendemos que no hay milagros, sino que interpretamos así ciertos eventos porque estamos todavía en un nivel en el que no podemos percibir la Naturaleza Superior. O sea, estamos limitados a nuestra estrecha dimensión física que somos capaces de captar. Por eso, lo que a nosotros nos parece como un milagro es una realidad clara en la espiritualidad; una ley real de la Naturaleza.

SIN MILAGROS NI PASES MÁGICOS

La sabiduría de la Cabalá menciona a menudo el concepto de milagro. Nosotros conocemos explicaciones superficiales de lo que es, como los milagros de Jánuca (Fiesta de las luminarias), del Éxodo de Egipto y de Purim.

En la espiritualidad, sin embargo, éstos tienen un significado distinto: representan el proceso profundo e interno que pasa el individuo en su camino espiritual. La condición para percibir la realidad espiritual es que la persona tenga un anhelo suficientemente fuerte para transformar sus Kelim o vasijas de percepción (receptores, sentidos) de egoístas a altruistas. Cuando esto pasa, la Fuerza Superior complace el deseo de la persona de ser “otorgante” como Ella, y le hace un “milagro”, aquí en este mundo.

Así, cada vez que subimos un grado espiritual –adquiriendo una capacidad más grande de dar–, se nos hace un “milagro”. Sin embargo, cuando alcanzamos la Naturaleza Superior, ya no nos referimos a ello como milagro, sino como una ley natural simple.

Hoy día, todo el mundo espera algún milagro. Abundan programas televisivos con videntes y hacedores de milagros. En cierta forma, quisiéramos escaparnos de la realidad y llegar a algo más elevado que hasta ahora no hemos experimentado. El verdadero milagro, que es el cambio de nuestra naturaleza por una de otorgamiento, se producirá únicamente si deseamos férreamente unirnos a la Fuerza Superior. Sólo entonces, romperemos la barrera de nuestra naturaleza, transformándola en una espiritual, de otorgamiento.

Entonces, nos sentiremos “en las nubes”. Esto no significa que flotaremos por los aires o estaremos en otra dimensión, sino que experimentaremos una realidad cotidiana mejorada. Todo pasará aquí, en nuestro mundo, sin milagros ni pases mágicos. Comenzaremos a vivir de acuerdo a leyes espirituales, y de esta manera la realidad material y la espiritual se unirán en una sola sensación de plenitud y eternidad.

Por Rav Dr. Michael Laitman

(La Voz de la Cabalá, kabbalah.info/es)

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