“…porque es cierto y verídico que el Señor Mismo pone la mano del
hombre sobre su buen destino, o sea que le proporciona una vida de goce y
deleite, dentro de una vida material llena de sufrimiento y dolor, vacía de
todo contenido –que inevitablemente le causa desplazarse y huir de ello cuando
ve aunque sea un vislumbre desde las ranuras de un lugar de tranquilidad para
refugiarse allí de esta vida más dura que la muerte– que no hay una toma de
mano mayor que esta, de parte del Señor”.
Baal HaSulam, “Introducción al Estudio de las Diez Sefirot”, ítem 4
Todos nosotros esperamos un milagro, algo que nos lleve tan solo
por un momento, fuera de los límites de la opresiva realidad. Sin embargo, el
milagro verdadero no se da por arte de magia, sino por un cambio de nuestra
naturaleza a otra de otorgamiento, por el deseo de elevarnos espiritualmente.
Aquí y allá escuchamos manifestaciones fuera de lo común, desde
milagros médicos, rescates inexplicables de un peligro e incluso de muerte,
hasta hechizos.
Sin embargo, si profundizamos en el concepto de “milagro”, resulta
confuso e ilógico para nuestro entendimiento.
Si es algo imposible, ¿cómo es que se produce? Ciertamente las
cosas imposibles no pueden pasar… Entonces, ¿por qué tenemos la esperanza de
que ocurran? En realidad, responde a una necesidad emocional de buscar algo más
allá de nuestra vida y existencia, algo mucho mejor.
Hoy día, es fácil explicar muchos fenómenos que en el pasado se
consideraron imaginarios o milagrosos. Un nativo africano vio un pájaro enorme
de metal que llegaba desde el cielo. Si nosotros estuviéramos en el lugar,
veríamos que es sólo un avión Boeing aterrizando. Siendo así, el concepto de
milagro depende de nuestro conocimiento de la realidad; es algo relativo, ya
que lo percibido por una persona como algo común es un milagro en otro lugar o
para otra persona. Por ejemplo, si viéramos a nuestro vecino flotando en el
aire, pensaríamos que nos volvimos locos, pero en la estratosfera, donde la
fuerza de gravedad es nula, sería absolutamente posible.
LIMITADOS POR CINCO SENTIDOS E INTELECTO
No existen milagros en nuestro mundo, sino que todo es constante,
producido según la Legislación Superior, que espera ser descubierta por
nosotros. Ya se escribió sobre esto:
“Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastés
1:9).
Captamos la realidad infinita en forma limitada, a través de
nuestros sentidos e intelecto. Por lo tanto, cualquier fenómeno que no pueda
ser explicado lo interpretamos como un milagro. Los científicos hablan de
nuestra percepción de la realidad como relativa. El tiempo, la masa y el
espacio se definen y cambian en relación a la luz, siendo ésta
constante. Cuanto más se acercan, a la velocidad de la luz, la masa se
transforma en infinita, el espacio y el tiempo, simplemente desaparecen.
Además, según la física cuántica, algo puede existir al mismo tiempo en
distintos lugares y estados.
EN EL MUNDO ESPIRITUAL, EL MILAGRO ES LEY
El mundo espiritual está fuera de los límites de nuestra
percepción. En nuestro mundo, todo se hace de acuerdo a leyes de recepción, del
ego, mientras que en el mundo espiritual, todo ocurre de forma ilimitada e
infinita, y se maneja de acuerdo a leyes de amor y otorgamiento, la física
espiritual.
Cuando alcanzamos la Fuerza Superior, entendemos que no hay
milagros, sino que interpretamos así ciertos eventos porque estamos todavía en
un nivel en el que no podemos percibir la Naturaleza Superior. O sea, estamos
limitados a nuestra estrecha dimensión física que somos capaces de
captar. Por eso, lo que a nosotros nos parece como un
milagro es una realidad clara en la espiritualidad; una ley real de
la Naturaleza.
SIN MILAGROS NI PASES MÁGICOS
La sabiduría de la Cabalá menciona a menudo el concepto de
milagro. Nosotros conocemos explicaciones superficiales de lo que es, como los
milagros de Jánuca (Fiesta de las luminarias), del Éxodo de
Egipto y de Purim.
En la espiritualidad, sin embargo, éstos tienen un significado
distinto: representan el proceso profundo e interno que pasa el individuo en su
camino espiritual. La condición para percibir la realidad espiritual es que la
persona tenga un anhelo suficientemente fuerte para transformar sus Kelim o
vasijas de percepción (receptores, sentidos) de egoístas a altruistas. Cuando
esto pasa, la Fuerza Superior complace el deseo de la persona de ser
“otorgante” como Ella, y le hace un “milagro”, aquí en este mundo.
Así, cada vez que subimos un grado espiritual –adquiriendo una
capacidad más grande de dar–, se nos hace un “milagro”. Sin embargo, cuando
alcanzamos la Naturaleza Superior, ya no nos referimos a ello como milagro,
sino como una ley natural simple.
Hoy día, todo el mundo espera algún milagro. Abundan programas
televisivos con videntes y hacedores de milagros. En cierta forma, quisiéramos
escaparnos de la realidad y llegar a algo más elevado que hasta ahora no hemos
experimentado. El verdadero milagro, que es el cambio de nuestra naturaleza por
una de otorgamiento, se producirá únicamente si deseamos férreamente unirnos a
la Fuerza Superior. Sólo entonces, romperemos la barrera de nuestra naturaleza,
transformándola en una espiritual, de otorgamiento.
Entonces, nos sentiremos “en las nubes”. Esto no significa que
flotaremos por los aires o estaremos en otra dimensión, sino que
experimentaremos una realidad cotidiana mejorada. Todo pasará aquí, en nuestro
mundo, sin milagros ni pases mágicos. Comenzaremos a vivir de acuerdo a leyes
espirituales, y de esta manera la realidad material y la espiritual se unirán
en una sola sensación de plenitud y eternidad.
Por Rav Dr. Michael Laitman
(La Voz de la Cabalá, kabbalah.info/es)
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