La Cabalá nos enseña el vínculo de causa y efecto que existe entre las fuentes espirituales que se unen conforme a leyes inmutables con la intención de alcanzar un objetivo supremo: el conocimiento del Creador por todos los seres que existen en este mundo.
Según la Cabalá, la humanidad entera y cada individuo deberán llegar a esta última etapa para dar cumplimiento al programa y alcanzar la meta de la Creación. En el transcurso de las generaciones, ha habido personas que han accedido a un determinado nivel espiritual, gracias a su trabajo personal. Estos individuos a los que llamamos “cabalistas” han subido hasta la parte más alta de la escalera espiritual.
Todo objeto físico y sus acciones desde el más ínfimo hasta el más grande está operado por las fuerzas espirituales que llenan todo nuestro universo. Es como si nuestro universo reposara sobre toda una red de fuerzas.
Tomemos por ejemplo, el más pequeño de los organismos vivientes cuyo papel es únicamente reproducirse y perpetuar su especie. Pensemos en todas las fuerzas y en los sistemas complejos que actúan dentro de él, muchos de los cuales el ojo humano no puede detectar Si multiplicamos estas fuerzas por la cantidad de organismos vivos en este momento por el número de aquellos que han existido en nuestro universo y en los mundos espirituales, tendremos una leve idea del gran número de fuerzas y de conexiones que los controlan.
Podemos imaginar las fuerzas espirituales como dos sistemas iguales y conectados entre sí. La diferencia entre ellas reside en el hecho que una se origina en el Creador y se desarrolla de arriba hacia abajo atravesando todos los mundos hasta nuestro mundo. La segunda comienza en nuestro mundo y se eleva según las leyes desarrolladas en el primer sistema y que ahora funcionan en el segundo.
La Cabalá define el primer sistema como, “El orden de la creación de los mundos y de los Sefirot” y el segundo como, “La percepción o los niveles de profecía y del espíritu”. El segundo sistema enseña al hombre deseoso de alcanzar el grado supremo a seguir las leyes del primer sistema que la Cabalá le enseña. El segundo sistema nace en el hombre a medida que asciende en estos grados Esto es la espiritualidad.
El mundo material está lleno de fuerzas y de fenómenos que no experimentamos directamente, como la electricidad o el magnetismo, sin embargo, hasta los niños conocen sus nombres y sus efectos. Por ejemplo, aún cuando nuestro conocimiento de la electricidad sea limitado, hemos aprendido a servirnos de esta fuerza y le hemos dado un nombre, como lo hicimos para el pan y el azúcar.
Es como si de la misma forma, todos los nombres en la Cabalá nos dieran una idea objetiva y real sobre los objetos espirituales. Pero si reflexionamos vemos que así como no tenemos ni idea de los objetos espirituales o del Creador mismo, tampoco tenemos la menor idea sobre cualquier objeto, aún aquellos que podemos tocar con ambas manos. Esto ocurre porque lo que percibimos no es el objeto mismo, sino nuestra reacción de su impacto en nuestros sentidos.
Estas reacciones nos dan la impresión de conocer el objeto, pero su esencia permanece totalmente oculta. Lo que es más, nosotros somos absolutamente incapaces de comprender quienes somos. Todo lo que sabemos de nosotros mismos se limita a nuestras propias acciones y reacciones.
Como instrumento de investigación en el mundo, la ciencia divide su actividad en dos partes: el estudio de las propiedades de la materia y el estudio de su forma. Dicho de otra manera, no existe nada en el universo que no esté compuesto de materia y tenga una forma. Una mesa, por ejemplo, es la asociación de materia y de una forma, en donde a la materia, es decir la madera, se le ha dado la forma de una mesa. Tomemos el ejemplo de la palabra “mentiroso”. En este caso la materia que es el cuerpo del hombre es el portador de la forma que es la mentira.
Según la Cabalá, la humanidad entera y cada individuo deberán llegar a esta última etapa para dar cumplimiento al programa y alcanzar la meta de la Creación. En el transcurso de las generaciones, ha habido personas que han accedido a un determinado nivel espiritual, gracias a su trabajo personal. Estos individuos a los que llamamos “cabalistas” han subido hasta la parte más alta de la escalera espiritual.
Todo objeto físico y sus acciones desde el más ínfimo hasta el más grande está operado por las fuerzas espirituales que llenan todo nuestro universo. Es como si nuestro universo reposara sobre toda una red de fuerzas.
Tomemos por ejemplo, el más pequeño de los organismos vivientes cuyo papel es únicamente reproducirse y perpetuar su especie. Pensemos en todas las fuerzas y en los sistemas complejos que actúan dentro de él, muchos de los cuales el ojo humano no puede detectar Si multiplicamos estas fuerzas por la cantidad de organismos vivos en este momento por el número de aquellos que han existido en nuestro universo y en los mundos espirituales, tendremos una leve idea del gran número de fuerzas y de conexiones que los controlan.
Podemos imaginar las fuerzas espirituales como dos sistemas iguales y conectados entre sí. La diferencia entre ellas reside en el hecho que una se origina en el Creador y se desarrolla de arriba hacia abajo atravesando todos los mundos hasta nuestro mundo. La segunda comienza en nuestro mundo y se eleva según las leyes desarrolladas en el primer sistema y que ahora funcionan en el segundo.
La Cabalá define el primer sistema como, “El orden de la creación de los mundos y de los Sefirot” y el segundo como, “La percepción o los niveles de profecía y del espíritu”. El segundo sistema enseña al hombre deseoso de alcanzar el grado supremo a seguir las leyes del primer sistema que la Cabalá le enseña. El segundo sistema nace en el hombre a medida que asciende en estos grados Esto es la espiritualidad.
El mundo material está lleno de fuerzas y de fenómenos que no experimentamos directamente, como la electricidad o el magnetismo, sin embargo, hasta los niños conocen sus nombres y sus efectos. Por ejemplo, aún cuando nuestro conocimiento de la electricidad sea limitado, hemos aprendido a servirnos de esta fuerza y le hemos dado un nombre, como lo hicimos para el pan y el azúcar.
Es como si de la misma forma, todos los nombres en la Cabalá nos dieran una idea objetiva y real sobre los objetos espirituales. Pero si reflexionamos vemos que así como no tenemos ni idea de los objetos espirituales o del Creador mismo, tampoco tenemos la menor idea sobre cualquier objeto, aún aquellos que podemos tocar con ambas manos. Esto ocurre porque lo que percibimos no es el objeto mismo, sino nuestra reacción de su impacto en nuestros sentidos.
Estas reacciones nos dan la impresión de conocer el objeto, pero su esencia permanece totalmente oculta. Lo que es más, nosotros somos absolutamente incapaces de comprender quienes somos. Todo lo que sabemos de nosotros mismos se limita a nuestras propias acciones y reacciones.
Como instrumento de investigación en el mundo, la ciencia divide su actividad en dos partes: el estudio de las propiedades de la materia y el estudio de su forma. Dicho de otra manera, no existe nada en el universo que no esté compuesto de materia y tenga una forma. Una mesa, por ejemplo, es la asociación de materia y de una forma, en donde a la materia, es decir la madera, se le ha dado la forma de una mesa. Tomemos el ejemplo de la palabra “mentiroso”. En este caso la materia que es el cuerpo del hombre es el portador de la forma que es la mentira.
0 comentarios:
Publicar un comentario