El diagnóstico atinado de la enfermedad es ya la mitad de la cura. Por tanto, para resolver los problemas de la humanidad primero necesitamos estudiar sus causas. Para empezar, lo más lógico es conocer la naturaleza humana y la del mundo. Si logramos comprender nuestra condición y las leyes que nos rigen, vamos a identificar nuestros errores y resolver el predicamento en el que nos hallamos.
Los niveles inanimado, vegetal y animal de la Naturaleza actúan siguiendo los instintos que les son propios. No podemos calificar sus acciones como buenas o malas. Simple y sencillamente cumplen con el programa que traen consigo, en perfecta armonía y reciprocidad con la Naturaleza y ellos mismos.
Sin embargo, al estudiar la condición humana, descubrimos que es en esencia distinta del resto de la Naturaleza. El hombre es la única criatura que siente placer al explotar y dominar a sus semejantes. Sólo el hombre se complace en apartarse, ser único y superior a los demás. De esta manera, el egoísmo del hombre está reñido con la Naturaleza pues quebranta su equilibrio.
Los siglos de evolución del egoísmo no nos han dado una felicidad sostenida ni tan siquiera la garantía mínima de un futuro estable. Estamos confundidos y nuestro desconcierto es el origen de las crisis y los desafíos que nos atormentan.
Por otra parte, la predilección que tiene el ser humano por buscar placer a expensas de los demás se ha venido intensificando con el paso del tiempo. Hoy en día, algunas personas quieren construir su triunfo sobre la ruina del prójimo. La intolerancia, la enajenación y el odio alcanzan niveles aterradores, poniendo en riesgo la existencia misma de la especie humana.
Al examinar la Naturaleza, vemos que todas las criaturas vivientes fueron creadas para observar los principios del altruismo, cuidar de los demás. Las células del organismo se unen en entrega mutua con el propósito de mantener al cuerpo entero. Cada célula recibe lo que necesita para su sustento y gasta el sobrante de energía para servir al resto del organismo. En cada nivel de la Naturaleza, el individuo trabaja en bien de un todo del cual forma parte integrante y al hacerlo encuentra su plenitud. Sin el funcionamiento altruista, el cuerpo no podría subsistir. De hecho, la vida misma no sería sustentable. Hoy, después de numerosas investigaciones en diversos campos, la ciencia ha llegado a la conclusión que la humanidad, también, forma parte de un organismo único. El problema es que nosotros, los interesados, todavía no tomamos conciencia de ello.
Debemos entender que todos los problemas actuales no son una simple coincidencia; no les daremos solución con fórmulas del pasado. Continuarán creciendo hasta que tomemos la decisión de cumplir con la ley de la Naturaleza, la ley del altruismo.
Los niveles inanimado, vegetal y animal de la Naturaleza actúan siguiendo los instintos que les son propios. No podemos calificar sus acciones como buenas o malas. Simple y sencillamente cumplen con el programa que traen consigo, en perfecta armonía y reciprocidad con la Naturaleza y ellos mismos.
Sin embargo, al estudiar la condición humana, descubrimos que es en esencia distinta del resto de la Naturaleza. El hombre es la única criatura que siente placer al explotar y dominar a sus semejantes. Sólo el hombre se complace en apartarse, ser único y superior a los demás. De esta manera, el egoísmo del hombre está reñido con la Naturaleza pues quebranta su equilibrio.
Los siglos de evolución del egoísmo no nos han dado una felicidad sostenida ni tan siquiera la garantía mínima de un futuro estable. Estamos confundidos y nuestro desconcierto es el origen de las crisis y los desafíos que nos atormentan.
Por otra parte, la predilección que tiene el ser humano por buscar placer a expensas de los demás se ha venido intensificando con el paso del tiempo. Hoy en día, algunas personas quieren construir su triunfo sobre la ruina del prójimo. La intolerancia, la enajenación y el odio alcanzan niveles aterradores, poniendo en riesgo la existencia misma de la especie humana.
Al examinar la Naturaleza, vemos que todas las criaturas vivientes fueron creadas para observar los principios del altruismo, cuidar de los demás. Las células del organismo se unen en entrega mutua con el propósito de mantener al cuerpo entero. Cada célula recibe lo que necesita para su sustento y gasta el sobrante de energía para servir al resto del organismo. En cada nivel de la Naturaleza, el individuo trabaja en bien de un todo del cual forma parte integrante y al hacerlo encuentra su plenitud. Sin el funcionamiento altruista, el cuerpo no podría subsistir. De hecho, la vida misma no sería sustentable. Hoy, después de numerosas investigaciones en diversos campos, la ciencia ha llegado a la conclusión que la humanidad, también, forma parte de un organismo único. El problema es que nosotros, los interesados, todavía no tomamos conciencia de ello.
Debemos entender que todos los problemas actuales no son una simple coincidencia; no les daremos solución con fórmulas del pasado. Continuarán creciendo hasta que tomemos la decisión de cumplir con la ley de la Naturaleza, la ley del altruismo.
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