Un pintor acabó de dibujar un cuadro y dijo con gusto:
– ¡Que bello es el cuadro!
¡El cuadro realmente era muy bonito! Estaba lleno de belleza y armonía. El cuadro era tan perfecto que solamente un pintor genial hubiera podido crearlo. Todo el mundo estaba en el cuadro: la música, los olores y los colores. La vida en el cuadro era completa e infinita.
Sin embargo, el pintor cortó su obra en miles de trozos pequeños y los botó al basurero. Sólo el marco quedó colgando en la pared.
¿Por qué el pintor despedazó su obra? Porque sentía que el cuadro no era “real”, no estaba “vivo”.
Entonces, el basurero se convirtió en la nueva casa del cuadro. Todos los trozos estaban mezclados allá. Sin embargo, cada pequeño trozo conservó una memoria sobre el cuadro, al cual pertenecía. Y cada trozo empezó a buscar a otro similar por la forma para reconstituir la belleza pasada. Cuando se encontraban dos “mitades” y se unían una con otra, se alegraban porque se empezaban a parecer al gran cuadro.
Entonces, los trozos que pertenecían al cielo en el cuadro comenzaron a buscar su lugar y se reunieron arriba, en la capa superior del basurero. Y estos trozos pudieron escuchar los pensamientos del pintor que estaba muy triste por su cuadro. Y los trozos superiores comprendieron que podrían darle al pintor una gran alegría si se reunían en el mismo cuadro y comprendieran cómo es bello.
Por eso, los trozos superiores comentaron los pensamientos del pintor a los otros trozos. Pero otros trozos peleaban y discutían en el basurero. Cada trozo declaraba que él era la parte principal del cuadro y por ello merecía la relación especial y el mejor lugar en el basurero. Los trozos empujaban a los vecinos y los cortaban, sin entender que esto los alejaba de la perfección pasada.
Los trozos no entendían cómo formar de nuevo el cuadro grande. No es fácil volver a la galería del pintor y es aún más difícil “revivir” su trabajo y sentir la perfección que él puso en el cuadro.
Los trozos superiores miraban desde el borde del basurero y veían el marco vacío del cuadro al cual pertenecían en el pasado. El marco estaba en la pared pero ellos no estaban allí. Los trozos superiores comprendieron que el cuadro no sería completado, mientras que hasta el trozo más pequeño no vuelva a su lugar.
Entonces, los trozos superiores se esforzaron y ocuparon cada uno su lugar en el marco. Después, empezaron a llamar a aquellos trozos que ya deseaban mucho ser nuevamente parte del cuadro y así alegrar al pintor.
Trozo tras trozo subieron arriba en busca de su lugar. Si faltara un trozo en su lugar, no sería posible completar el cuadro. En este caso, todos nuevamente volverían al basurero y tendrían que comenzar todo de nuevo.
Entonces, los trozos sólo deben engancharse uno con otro y salir del basurero. A esta salida todos están invitados: independientemente del color, de la forma y del tamaño. El trozo más pequeño y el más grande son igualmente importante; lo principal es que cada trozo cumpla su función. Todos siguen adelante.
Algunos caen de nuevo pero hay muchos trozos que desean salir. Todo está preparado en el basurero para el empujón definitivo. Lo principal es comenzar. De este modo, aquellos trozos que están abajo también verán el cielo.
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