sábado, 20 de octubre de 2012

La mujer – fuente de la vida espiritual


Un estudio dado a conocer en la publicación de estudios de La Felicidad relata que mientras las mujeres comienzan la vida adulta más felices que los hombres, la situación se vuelve totalmente contraria al llegar a mediana edad. El estudio analiza dos factores de bienestar —finanzas y familia—, y revela que los hombres y mujeres tienen aspiraciones diferentes. En otras palabras, nuestros deseos no son iguales.

Si buscamos un modelo, encontraremos que los hombres tienden a estar más fácilmente satisfechos con las fuentes usuales de bienestar, como bienes de consumo, una casa agradable, un coche llamativo, viajes y deportes. Mientras que las mujeres también desean algunas de estas cosas, su tendencia general es la de necesitar algo más.

Con el transcurso del tiempo se percatan de que estos placeres no traen satisfacción perdurable. No importa cuánto dinero tengan, la bondad de su matrimonio o el éxito en la carrera profesional. Sienten que existe una carencia.

La Percepción de una Mujer

En realidad, una mujer percibe todo de manera diferente a un hombre. Tiene una perspicacia adicional e intuición fruto de su capacidad de generar vida. Esto es obvio en el mundo físico, pero es igualmente verdadero en el mundo espiritual. Una mujer, que es “la fuente de una nueva vida”, siente intuitivamente el deseo de una vida espiritual.

Los hombres, de otra parte, tienen que trabajar más duramente para desarrollar este deseo, porque no acude a ellos de forma natural. Estos deseos subyacentes en la mujer provocan que fácilmente lleguen a hartarse de cualquier cosa. Consciente o inconscientemente, ellas buscan una fuente de realización más auténtica, y esto motiva su persistente sentimiento de descontento con cualquier cosa material.

Hombres, Mujeres y el Cumplimiento Espiritual

El deseo de la espiritualidad viene de lo más recóndito de nuestro corazón. Los cabalistas se refieren a éste como “el punto en el corazón”, que es “una chispa” diminuta de espiritualidad. Una vez que se despierta, sigue creciendo, conduciéndonos más y más alto hacia el mundo espiritual hasta que éste llene nuestra experiencia y percepción enteramente.

Tanto hombres como mujeres pueden sentir este deseo, pero una mujer con mayor probabilidad perseguirá su satisfacción. En cuanto percibe las grandes posibilidades ofrecidas por este nuevo deseo, se enfoca directamente en el mismo. Ella por intuición comprende que es la única cosa que puede traer la satisfacción perdurable, la realización y felicidad verdaderas.

Sin embargo, una mujer no puede desarrollar este deseo de forma aislada. Necesita precisamente compartir su pasión por la espiritualidad con todos a su alrededor. Es capaz de incitar esta pasión en otros por revelar y lograr un mundo espiritual, y así realizar su papel femenino como el origen de la vida, cultivando la vida espiritual en sus semejantes.

No es sorprendente que una de las maneras en que un hombre puede incrementar su deseo espiritual es absorbiéndolo a través de una mujer. A diferencia de las mujeres, sin embargo, la naturaleza del hombre no está basada en el deseo, sino en el cumplimiento del mismo.

Por lo tanto, cuando los hombres desarrollan su chispa espiritual, ellos posibilitan que el deseo de la mujer sea realizado. Ocurre así, porque en el mundo espiritual, no hay cuerpos, tan sólo deseos y propiedades. Comprendiendo su naturaleza espiritual, las mujeres proporcionan un deseo espiritual, y los hombres proporcionan el cumplimiento para aquel deseo.

De esta manera armónica, es como hombres y mujeres se complementan uno al otro espiritualmente, así permitiéndoles alcanzar mutuamente un estado de perfección y satisfacción ilimitadas.

(La Voz de la Cabalá, Edición #6) 

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