Estamos hechos de tal forma que sentimos
que las cosas cambian en el exterior, no en nuestro interior.
Nuestros egos crecen diariamente, intensificando el contraste entre la Naturaleza y nosotros. Para ahorrarnos la
experiencia del sufrimiento derivada de este alejamiento, deberíamos comenzar a
avanzar hacia la adquisición del altruismo de la Naturaleza. Las personas
estamos hechas de tal forma que sentimos que las cosas cambian fuera de
nosotros, no en nuestro interior. Así es cómo la realidad es percibida por los
sentidos en la mente humana. Sin embargo, la fuerza de la Naturaleza es
constante e inalterable. Si nos identificamos con ella, sentimos plenitud. En
cambio, si nos desligamos, sentimos su firme oposición.
En medio de estos dos extremos,
percibimos las etapas intermedias. Cuando uno comienza a equilibrarse con las
cualidades de la Naturaleza, la presión interna del cambio disminuye. Esto, a
su vez, reduce las experiencias negativas en nuestra vida. De hecho, desde la
perspectiva de la Naturaleza, nada cambia en este esquema. Es el individuo el
que cambia. Así, el equilibrio en sí mismo crea en esa persona una sensación de
que el impacto de la Naturaleza ha cambiado. Hoy día, la contradicción entre
nosotros y la fuerza altruista de la Naturaleza no es álgida, dado que nuestros
egos no han alcanzado aún su máximo nivel de desarrollo. Esto significa que el
nivel de fenómenos negativos que experimentamos todavía podría robustecerse.
Esto, a propósito, es también la razón
por la que cierta cantidad de personas no sienten todavía la crisis general que
el mundo atraviesa. Pero nuestros egos crecen diariamente, e intensificarán el
contraste entre la Naturaleza y nosotros. Para escatimarnos la experiencia del
sufrimiento que este contraste conlleva, deberíamos comenzar a avanzar hacia la
adquisición de la calidad del altruismo de la Naturaleza, cambiar el curso de
la evolución.
Y deberíamos hacerlo muy pronto. Cuando
lo hagamos, inmediatamente sentiremos una respuesta favorable en todos los
niveles de la existencia. Por ejemplo, supongamos que un hombre tiene un hijo
que se comporta muy mal. El padre habla con el hijo e intenta persuadirle para
que cambie sus formas. Al final, acuerdan que en adelante harán borrón y cuenta
nueva, y el niño mejorará su comportamiento. Si al día siguiente, el niño
mejora, aunque sea simplemente un poco, la actitud del padre hacia él cambiará
inmediatamente para bien. Así, todo es medido y juzgado no según el resultado,
sino según la dirección.
Cuantas más personas se preocupen por
corregir sus relaciones interpersonales, y consideren esta actitud como la cosa
más importante, porque sus vidas literalmente dependen de ello, convertirán su
preocupación común en preocupación pública, la cual afectará a todos los
miembros de la sociedad.
Debido a nuestra conexión interna, toda
persona en el mundo, aún en los lugares más desolados, instantáneamente
comenzará a considerar que está relacionada con todas los demás y depende de ellas.
Los seres humanos empezarán a pensar acerca de la dependencia recíproca entre
ellos mismos y el resto de la humanidad.
(La Voz de
Cabalá, Edición #2)
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