Un
optimista, según el Diccionario de la Real Academia Española, significa alguien
“que propende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. De acuerdo
a esta definición, los cabalistas no pueden ser considerados optimistas, ya que
saben, de hecho, que todo terminará bien, y que nos espera el mejor final posible,
a toda la Creación, en todos sus niveles, espirituales y corpóreos, en todos
los tiempos, desde la concepción de la Creación, hasta la eternidad.
Si
leemos con atención los textos cabalísticos auténticos, descubriremos que según
la Cábala, no hay ni hubo mal alguno en toda la realidad desde su Creación.
Grandes cabalistas, como Rabí Shimon Bar-Yojai (El Rashbí), el Sagrado ARÍ, y
Rabí Yehuda Ashlag (Baal HaSulam), que alcanzaron la cima de la escalera
espiritual, percibieron el Pensamiento mismo que inició toda la Creación, y de
aquel ápice declararon que no hay, no hubo, y nunca habrá ningún “mal” en toda
la realidad.
Para
ayudarnos a entender cómo llegaron a tales conclusiones –que a juzgar por el
mundo de hoy no coinciden con la realidad–, ellos escribieron libros que
explican el proceso de la Creación y el Pensamiento detrás de ésta.
En
el ensayo “La Esencia de la Religión y Su Propósito”, escribió Rabí Yehuda
Ashlag que para percibir la realidad correctamente, no tenemos que examinarla
con nuestra perspectiva presente, sino, comenzar por alcanzar el propósito de
la realidad. Luego, con este conocimiento, él aseguró que veremos nuestro mundo
con nuevos ojos.
A
continuación, se encuentran las palabras de Baal Hasulam del ensayo mencionado,
“La Esencia de la Religión y su Propósito”, que provocan reflexión.
“Observando
los sistemas de la Naturaleza, entendemos que cualquier criatura, ya sea del
nivel inanimado, vegetativo, animal o hablante... se encuentra bajo una
Supervisión determinada; es decir, un crecimiento lento y gradual por un
desarrollo de ‘causa y efecto’, como la fruta sobre el árbol que está guiada por
la dirección favorable para su objetivo final, el de ser una fruta dulce y
exquisita.
“Ve y
pregúntale a un botánico, cuántas son las fases que sufre esta fruta desde que
se hace visible hasta que llega a su madurez. No sólo que sus fases anteriores
no muestran ninguna prueba de su dulzura y delicadeza final, sino, como para enfadar,
éstas muestran la forma opuesta al resultado final. Es decir, cuanto más dulce
la fruta es a su final, más amarga se encuentra en las fases más tempranas de
su desarrollo.
”Lo mismo
ocurre con la especie del animal y el hablante. Porque la bestia que tiene una capacidad
mental limitada en su madurez, no se encuentra tan incapacitada mientras se va
desarrollando. De lo contrario, el ser humano alcanza una gran capacidad mental
en su madurez, pero sufre de una incapacidad mental mientras se va desarrollando.
Y ‘al becerro se le llama un toro’, porque tiene la fuerza de pararse sobre sus
patas y caminar, cuidándose de cualquier daño con el que se encuentre en el camino.
De no ser así, el ser humano recién nacido se encuentra postrado como si
estuviera desprovisto de sentidos.
“Y si alguien
que no conoce las costumbres de este mundo observara estas dos criaturas recién
nacidas [el becerro y el humano], seguramente diría sobre el humano recién
nacido que no valdrá para nada. Y sobre el becerro recién nacido diría, ‘he aquí,
nació un gran campeón’.
“Así, se
resalta a la vista que Su Dirección sobre la realidad que Él ha creado se
manifiesta como una ‘Dirección guiada’, independientemente del orden de las fases
de desarrollo, ya que éstas tienden a engañarnos, impidiéndonos entender su
objetivo, estando siempre en un estado opuesto a su forma final.
“Es sobre
tales asuntos que decimos, ‘La experiencia hace al sabio’ porque sólo el que
posee experiencia, o sea, el que tiene la oportunidad de examinar a la criatura
en todas sus fases evolutivas hasta su término, puede aquietarnos ante aquellas
imágenes defectuosas en las que se encuentra la criatura durante su desarrollo,
manteniendo la fe en su madurez digna.
“Así, se ha mostrado a fondo la conducta de Su
Providencia en nuestro mundo, como un cuidado puramente útil, en el que el
atributo de calidad no se evidencia antes de la llegada de la criatura a su
culminación, su madurez final. Al contrario, esto más bien acostumbra tomar una
forma corrupta ante los ojos de los espectadores. De ahí que Dios siempre
otorga el bien a Sus criaturas, sólo que este bien llega por vía de una
Providencia Guiada“.
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