La
evolución de la raza humana, es completamente una evolución de
conexión. Al comienzo de la historia de la humanidad, vivíamos en
clanes familiares desconectados entre ellos, y con el paso de los
años, comenzaron las colaboraciones, los clanes familiares crecieron
y comenzamos a luchar para dominar a las personas y también otros
territorios. Paralelamente, desarrollamos la agricultura, que trajo
consigo una prosperidad económica, como así también un mayor
desarrollo en las relaciones interpersonales. Las revoluciones
sociales, culturales y educacionales nos fueron conectando cada vez
más, y a partir de la era industrial, tomamos un camino acelerado de
conexión entre las personas en todas partes del mundo, que alcanzó
su máxima expresión a finales del siglo XX.
Comenzamos
con luchas y conflictos, pero la naturaleza nos induce a comprender
que nuestro beneficio será mucho mayor si combinamos nuestras
fuerzas y esfuerzos. Así, de manera natural nos convertimos en una
sociedad global – en un solo cuerpo humano que depende de la
cooperación mutua entre sus diferentes órganos. La legalidad que
está en la base de todos los desarrollos naturales, fue la que
generó (y aún sigue haciéndolo) que nos conectemos mutuamente a
través de miles de lazos. Si hace unas décadas podíamos vivir
aislados, hoy en día, ya es prácticamente imposible.
Resulta,
que “globalización” no es sólo una palabra bonita. La
globalización refleja el desarrollo natural interminable y nos
empuja hacia una nueva vida; una vida en la cual cada célula y cada
órgano, o cada persona y cada país, vivirán bien sólo si
colaboran y se preocupan por el bien general. No obstante, si optamos
por oponernos a la naturaleza y vivir nuestras vidas aislados de los
demás, nos pasará lo que a todo cuerpo cuando un órgano
determinado en su interior decide diferenciarse o desconectarse de
los demás – se desarrolla un tumor cancerígeno.
Y es
esto exactamente lo que le sucede hoy en día a la sociedad humana.
Estamos conectados mutuamente, es verdad, pero también nos
explotamos mutuamente y nos preocupamos sólo por lo nuestro – algo
totalmente contrapuesto a la ley de equilibrio de la naturaleza. Y
por lo tanto, sufrimos todos. A diferencia de los otros elementos de
la naturaleza, lo esencial para nuestra convivencia, que son los
lazos de responsabilidad mutua, está oculto a nuestros ojos. Podemos
comprender la necesidad de esos lazos, pero no logramos
implementarlos prácticamente. La ley de equilibrio de la naturaleza,
permanece oculta a nuestros ojos por un sentido mucho más profundo
que un reconocimiento intelectual. Algo muy profundo, natural y
radical dentro de nosotros nos impide realizarlo. Ampliaremos sobre
los motivos de este ocultamiento a continuación de esta unidad de
estudio.
Si
no decidimos seriamente que debemos conectarnos entre nosotros, no
lograremos seguridad ni tranquilidad. Los cabalistas explican, que si
no empezamos a educar a todas las personas del mundo a considerar la
naturaleza, que nos hace avanzar hacia un desarrollo de conexión
real, entre corazones, y seguimos concentrándonos sólo en nuestro
beneficio personal, aumentarán las crisis y nunca lograremos
construir una sociedad feliz. La clave reside en el deseo de
descubrir en nuestras relaciones, esa fuerza natural que permanece
escondida, la fuerza de conexión, el otorgamiento y el amor – el
Creador. Y el método para descubrir al Creador es la sabiduría de
la Cabalá.
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