PREGUNTA: ¿Cuál es el
significado del placer espiritual? ¿Es acaso algo que es simplemente muy
poderoso o algo completamente distinto a lo que conocemos?
RESPUESTA: Toda la diferencia
entre el placer terrenal y el espiritual está en los deseos en los que sentimos
el placer: ¿deseos egoístas o deseos intencionados con el fin de otorgar?
Mis deseos egoístas,
“recibidores”, son limitados y gradualmente se revela en ellos el vacío,
entonces debo seguir placeres mayores. De esto resulta que nunca estoy
satisfecho. Traté de llenarme de placer, pero no lo logré, porque el deseo es
“más” y yo soy “menos”, y en mi intento de recibir placer consigo solamente un
placer temporal y corto, que desaparece en un abrir y cerrar de ojos y me quedo
vacío, el doble de lo que estaba antes. Dado a que este placer, que tanto
quise, desaparece, él creó en mí la sensación de vacío, adicionalmente al vacío
que ya estaba en mi interior anteriormente. De esto resulta que siempre estoy
perdiendo doblemente. Por eso es que en nuestras vidas avanzamos de generación
en generación, escalando dentro de nuestro egoísmo hueco.
En nuestro tiempo se
presenta un nuevo problema. El ego que ha crecido y nos ha traído la
sensación de vacío, ha dejado de crecer. En principio, esto debiera llevarnos a
la tranquilidad, pero sentimos que no tenemos de qué recibir placer. Este es el
nuevo dilema que resulta ser peor que el anterior, ya que no nos ha quedado
esperanza de llenarnos. Fuera de esto, sentimos que el egoísmo se hizo integral
y es la suma de los siete millares de egos particulares. Yo dependo de todos, y
todos dependen de mí y no sabemos qué hacer con todos ellos y de esta manera
llegamos a la desesperación.
En este tiempo la
persona encuentra una brecha y se dirige a las drogas, y así alarga un poco más
el tiempo de reconocimiento de la crisis general. Pero también ese periodo es
limitado, ya que se llega a entender que ese no es el camino, que desconectarse
de la vida significa aceptar la muerte. ¡La naturaleza no nos permite hacer
esto! Y llegamos a la pregunta: “y ¿ahora qué?” –entonces debemos pasar del
placer de recibir al placer de otorgar.
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