sábado, 6 de junio de 2015

Los 600 mil rostros del alma común


La Luz Superior, el Creador, hizo un deseo, “algo de la nada”, que es completamente opuesto a Él. Este deseo es la única creación hecha.
Más tarde, el deseo se expandió bajo la influencia de la Luz y en algún momento comenzó a actuar por su cuenta. Aspiraba a ser similar a la Luz y consideraba que la Luz era un remedio para el logro de esta meta a través del acto de aceptación de la Luz en aras de otorgar lo mejor de la capacidad del deseo.
El deseo es llamado el alma (Neshamá). La máxima cantidad de Luz que el deseo puede recibir en aras de otorgar es llamada Nefesh, Rúaj, Neshamá. El deseo no puede recibir otras Luces, por ahora. Sólo más tarde, al final de la corrección, entrarán en el deseo las Luces de Jaya y Yejidá. Ahora, el deseo es llamado Neshamá, puesto que lleva el nombre de la Luz máxima que puede acomodar.
Esto significa que todos nosotros representamos un alma, un deseo. A fin de hacer que este único deseo actúe con independencia y adquiera similitud con el Creador, fue roto en muchos pedazos. En esencia sigue siendo el mismo deseo común, pero ahora se percibe a sí mismo como dividido en 600.000 astillas. Nosotros mismos nos consideramos como uno de los fragmentos del deseo común.
Los pedazos del deseo continuaron dividiéndose en la medida en que cada creación en este mundo porta una pequeña partícula que una vez constituyó una gran vasija. Nuestra meta es conseguir que las personas reconecten voluntariamente todos los elementos.
Una vez conectados, cada uno de los fragmentos, cada persona, se siente como un alma común. Cada uno se fusiona con el resto de las 599.999 partículas, de este modo se obtiene toda la estructura de 600.000. A través de nuestras relaciones con el resto de las partículas, cada uno de nosotros construye su alma general de 600 mil piezas.

Esto se aplica a todo aquel que se una con otras piezas o astillas, seguido por uno fragmento más y luego otro. Así, cuando todos nos conectemos, recreamos nuestra alma y juntos constituimos un solo deseo común.
Por volver a agregarnos, alcanzamos un estado en el que nos constituimos en una vasija. Cada uno de nosotros tenemos que corregirnos a nosotros mismos por completo, es decir, combinarnos con el resto de las piezas. Hasta el momento, estamos tratando de conectarnos en decenas, pero de hecho, el mismo criterio se aplica a toda la vasija, a todas las almas, a toda la creación, a cada persona en este mundo, a los que vivieron antes que nosotros y a aquellos que aún no han nacido y que aparecerán más adelante, después de nosotros. No importa cuándo.
Todos ellos son partes de un alma porque nosotros nos conectamos con ellos de acuerdo a nuestras cualidades personales. Si cada uno de nosotros se conecta con el resto de las 600 000 partes, recrearemos el alma original única. Cada uno de nosotros se conecta con los demás de una manera que nadie más puede y cada persona se fusiona con otros de una manera que ninguna otra partícula puede hacer de la misma forma. ¡Es por esto que cada uno de nosotros es tan importante!
Durante el proceso de unión con los demás, siempre tenemos que tener en cuenta que a pesar de que en este momento nos fusionamos con una pequeña decena, aun así estamos preparándonos para unirnos con el resto de la creación a través de nuestras decenas. A esto le llamamos una sola alma. Si actuamos con esta intención dentro de nuestra decena, esto será suficiente para alcanzar la revelación del alma común dentro de este grupo.

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