Todos saben que el hábito se vuelve una segunda
naturaleza. Digamos que quiero aprender algún oficio y me ofrezco como
aprendiz de tornero o de carpintero. Aún no estoy familiarizado con el
material, y gradualmente se me enseña cómo trabajar con este. Es decir,
adquiero habilidades (hábitos) en el trabajo y comienzo a sentir el material:
Cómo se comporta en respuesta a lo que hago con este y cómo trabajarlo mejor.
Con la experiencia, obtengo una sensación adicional
del material que toco. Es cuando decimos que el hábito se vuelve mi segunda
naturaleza. Y las cosas que previamente no me eran familiares, las cuales eran
incomprensibles, imperceptibles, e indistinguibles, comienzo a sentirlas y a
reconocerlas mejor. Incluso discierno los detalles a los que previamente no
prestaba atención en absoluto y se me escapaban.
Claramente, nada sucede sin una causa, ¿entonces por
qué el hábito de pronto se vuelve mi naturaleza? Esto es siempre la Luz que
está trabajando en nuestra materia, nuestro deseo de disfrutar. De acuerdo con
la aspiración del hombre, con su deseo de llegar a cierto estado, la Luz
trabaja en él y lo acerca a este estado, permitiéndole entenderlo y sentirlo.
Así nos hemos desarrollado a través de nuestra
evolución durante miles de años: todo debido a los hábitos que eran parte de
nuestra naturaleza. La Luz estaba detrás de cada deseo y ayudó a implementarlo.
El deseo atrae la Luz, el hombre evoluciona por esta causa, y así crecemos.
Vemos cuántas veces un niño repite la misma acción,
hasta que él o ella finalmente se acostumbran a ello (aprenden) y dejan de
hacerlo. Los niños pequeños parecen hacer tales cosas absurdas, pero para ellos
es absolutamente necesario, y es la naturaleza que los empuja a ello porque así
es como se supone que deben crecer.
Nosotros, también, crecemos constantemente bajo el
contraste de estados opuestos, los altos y bajos, una sensación de deficiencia
y su llenado. Tal es el camino.
¡Encontramos difícil de creer que incluso ahora
estamos en el mundo del Infinito! Pero con la ayuda de los altos y bajos que
experimentamos, comenzamos gradualmente a acostumbrarnos a esta idea. Al fin y
al cabo, vemos que la apariencia del mundo depende de los ojos con los que lo
vemos. Cuando me levanto de buen humor en la mañana, me parece que todo está
bien y que todo el mundo es bueno. Y si algo estropea mi buen humor, el mundo
inmediatamente se vuelve malo.
Y aun así al mismo tiempo, nuestras propiedades no
cambian; es solo su equilibrio el que se mueve ligeramente. Si comenzamos a
cambiar nuestras propiedades, entonces, como dicen los cabalistas, vemos mundos
muy diferentes, una realidad diferente.
Todo depende de la persona que la alcanza. Pero la
realidad en sí es la misma Luz de Infinito, y ves lo que puedes atraer para ti
en este momento en segundo plano. Esto define tu mundo: un grado de
ocultamiento de la Luz de Infinito, en la cual estás actualmente presente de
acuerdo a tus propiedades. Entonces, si queremos ser similares a esta Luz y
otorgar como ella lo hace, podemos atraer la Luz que Reforma que nos corregirá
y transformará nuestro deseo de disfrutar. Y querrá existir en la forma de
otorgamiento.
Esas acciones se convertirán en nuestro hábito. Pero
este hábito siempre se opone a nuestro deseo y requiere esfuerzo, hasta que
revelemos en nosotros mismos tales propiedades en las cuales experimentaremos
la forma del otorgamiento, la forma del Creador. A esto se le llama la
revelación del Creador a los seres creados.
Todo sucede en virtud del hábito que se vuelve una
segunda naturaleza. Nos entrenamos para despertar en nosotros el deseo con la
ayuda del entorno y de los estudios, con el fin de acercarnos al otorgamiento
desde un estado muy distante de este.
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