martes, 1 de septiembre de 2015

La Providencia del Creador





Si todo sucede de acuerdo al plan del Creador, ¿entonces para qué sirven nuestros esfuerzos? Como resultado de nuestro propio trabajo, basado en el principio de castigo y recompensa, adquirimos desde lo Alto la comprensión del Dominio del Creador. Luego, nos elevamos a un nivel de conciencia donde vemos claramente que es el Creador el que gobierna todo y que todo está predeterminado.

Sin embargo, primero debemos alcanzar esta etapa, y hasta que lo hagamos, no podemos determinar que todo está en manos del Creador. Además, hasta que alcanzamos esa etapa, no podemos vivir o actuar según Sus leyes, porque no es esa la forma en que comprendemos el funcionamiento del mundo. Por lo tanto, podemos actuar solamente de acuerdo a las leyes de las cuales tenemos conocimiento. Sólo cuando hayamos invertido esfuerzos basados en el principio del «castigo y recompensa» seremos dignos de la confianza absoluta del Creador.

Sólo entonces, tendremos el derecho de ver el panorama verdadero del mundo, así como la manera en la cual funciona. Y cuando lleguemos a esa etapa, y nos demos cuenta que todo depende del Creador, lo añoraremos. Uno no puede expulsar los pensamientos y deseos egoístas de su propio corazón y dejarlo vacío. Solamente al llenar el corazón con deseos espirituales altruistas en lugar de los egoístas, podemos sustituir las aspiraciones pasadas por las opuestas, y de esta manera, aniquilar el egoísmo.

Aquellos que amamos al Creador estamos seguros de sentir aversión hacia el egoísmo, puesto que sabemos por experiencia personal cuánto daño puede causar el ego. Sin embargo, puede que no tengamos los medios necesarios para librarnos del ego, y eventualmente nos daremos cuenta que está más allá de nuestras posibilidades expulsar el egoísmo, puesto que es el Creador el que nos ha conferido –a Sus creaciones– esta cualidad.

A pesar de que no podemos deshacernos del egoísmo por nuestros propios esfuerzos, mientras más pronto nos demos cuenta que el egoísmo es nuestro enemigo y nuestro exterminador espiritual, más fuerte será nuestro odio a él. Eventualmente, este odio hará que el Creador nos ayude a superar al enemigo; de esta manera, incluso nuestro egoísmo servirá al propósito de la elevación espiritual.

El Talmud dice: «Creé al mundo sólo para los completamente justos y para los completamente pecadores». Es comprensible por qué el mundo sería creado para los absolutamente justos, pero ¿por qué el mundo no fue creado también para aquellos que no son ni absolutamente justos ni pecadores absolutos? De manera inadvertida, percibimos la Providencia de acuerdo a la manera en que ésta nos afecta. Es «buena» y «amable» si nos agrada, y «dura» si nos causa sufrimiento. Es decir, consideramos al Creador ya sea bueno o malo, dependiendo de cómo percibimos nuestro mundo.

Por consiguiente, sólo existen dos maneras en que los seres humanos perciben la Providencia del Creador sobre el mundo. Ya sea que lo percibimos y vemos la vida como algo maravilloso, o negamos la Providencia del Creador sobre el mundo, y asumimos que el mundo está gobernado por «fuerzas de la naturaleza».

A pesar de que posiblemente nos demos cuenta que el último escenario es improbable, nuestras emociones, en vez de nuestra razón, determinarán nuestra actitud hacia el mundo. Por lo tanto, cuando observamos la disparidad entre nuestras emociones y nuestra razón, comenzamos a considerarnos pecadores.

Cuando comprendemos que el Creador desea conferirnos sólo beneficio y el bien, nos percatamos que esto sólo es posible aproximándonos a Él. De tal manera que si nos sentimos distanciados del Creador, percibimos esto como «malo» y, entonces, nos consideramos pecadores.
Pero si sentimos que somos tan malvados que imploramos al Creador que nos salve, pidiéndole que se revele para darnos el poder de escapar de la prisión de nuestro egoísmo hacia el mundo espiritual, entonces el Creador nos ayudará inmediatamente.

Es por esta forma de condición humana que este mundo y los Mundos Superiores fueron creados. Cuando alcanzamos el nivel de pecador absoluto, podemos rogar al Creador y, eventualmente, subir al nivel de los absolutamente justos. Así, sólo podemos ser dignos de percibir la grandeza del Creador después de habernos liberado de toda presunción y de haber reconocido la impotencia y la bajeza de nuestros deseos personales.

Cuanta más importancia le atribuyamos a la cercanía con el Creador, más lo percibimos a Él y mejor podemos discernir los diversos matices y manifestaciones del Creador en nuestra vida diaria. Esta profunda y conmovedora veneración hacia Él, generará sentimientos en sus corazones y como resultado, la alegría fluirá internamente.

Podemos ver que no somos mejores que quienes nos rodean, y sin embargo, también podemos ver que, a diferencia de nosotros, otros no han ganado la atención especial del Creador. Es más, otros ni siquiera están conscientes de que existe la posibilidad de comunicarse con el Creador; tampoco les importa percibirlo y entender el significado de la vida y del progreso espiritual.

Por otra parte, no nos queda claro cómo es que somos merecedores de una relación tan especial con el Creador, en la cual se nos brinda, aunque fuera sólo ocasionalmente, la oportunidad de preocuparnos del propósito de la vida y de nuestro vínculo con el Creador. Si en ese punto podemos apreciar la actitud especial del Creador hacia nosotros, entonces podemos experimentar gratitud y alegría ilimitadas.

Cuanto más podamos apreciar el éxito individual, más profundamente agradeceremos al Creador.

Mientras más matices de sentimientos experimentemos en cada punto e instante particular de contacto con el Creador, mejor apreciaremos la grandeza del mundo espiritual que nos es revelada, así como la grandeza y el poder del Creador omnipotente. Esto trae como resultado el fortalecimiento de la confianza con la cual podemos anticipar nuestra futura unificación con Él.

Al contemplar la vasta diferencia entre las características del Creador y aquellas de Sus seres creados, es fácil llegar a la conclusión de que ambos pueden llegar a ser compatibles solamente si los seres creados alteran su naturaleza absolutamente egoísta. Esto es posible sólo si la persona se auto-anula, como si no existiera; por lo tanto, no hay nada que los separe del Creador.

Sólo si sentimos que sin recibir una vida espiritual estamos muertos, (como cuando la vida ha dejado el cuerpo), y sólo si sentimos un ferviente deseo de una vida espiritual, podemos recibir la posibilidad de entrar en esta vida espiritual y respirar el aire espiritual.

(Extracto del libro "Alcanzando los Mundos Superiores")

Material relacionado:

"ALCANZANDO LOS MUNDOS SUPERIORES" Michael Laitman
Disponible en Nuestra TIENDA DE LIBROS

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