¿Por
qué es tan difícil sostener una relación? Los cabalistas nos dicen que todo
empieza con la historia de Adán y Eva, con el alma general asexual que fue
dividida en una mitad masculina y una mitad femenina, y el desarrollo del ego
vestido de serpiente.
No hay duda. Ellos conformaron la pareja más conocida y nombrada
de toda la historia. Cantidades interminables de tinta y color fueron vertidas
por los mejores creadores y autores en el intento de describir esta relación
misteriosa. Ella, la seductora y la traicionera, una frívola que aparentemente
incita al hombre a cometer actos indebidos. Él, el “padre de la nación”, la
victima moral, un ser culto que no logra refrenar a su rebelde esposa y es
tentado a pecar. O en una versión más femenina: ella, modesta y ascética, pura
y casta, llena de remordimientos por lo que le causó a Adán. Y él, rudo e
inmoral, la castiga y se venga por haber caído en la trampa en aquel día. Adán,
Eva y la serpiente, sin duda el primer trío romántico en la historia.
Pero ¿qué fue lo que realmente ocurrió allí, detrás de bambalinas,
en la historia de amor más famosa de todos los tiempos? ¿Puede ser que algo de
esta historia antigua sea hoy relevante, de alguna forma, con respecto a la
vida en la era moderna? Los cabalistas sostienen que aún hoy, la historia de
Adán y Eva (en su significado cabalístico) influye de manera fundamental sobre
nuestras relaciones amorosas.
COMENCEMOS DE UN PRINCIPIO
Según la Cabalá, en la realidad actúa una sola fuerza denominada
“Creador”. Esta fuerza tiene una meta y un propósito: beneficiar, otorgar
abundancia y causar placer. Para realizar su deseo, creó al creado: un alma
general que puede recibir toda su abundancia. Esta alma es llamada por los
cabalistas, el alma del “primer hombre” o abreviadamente: “Adam” (el nombre
hebreo de Adán). Según lo escrito en la Biblia, al comienzo de l a Creación,
esta alma “paseaba” alegremente en el paraíso, sólo que en cierto momento, el
Creador decidió obrar.
“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré
ayuda, en oposición a él” (Génesis 2, 19)
A pesar de que el número de interpretaciones de este versículo es
tan largo como el número de granos de arena en la orilla del mar, el
significado cabalístico de la “creación de la mujer”, como siempre, es un tanto
diferente al usual.
En el estado primario en el que fue creada, el alma general era
asexual, o sea, tanto masculina como femenina. En este nivel, su estado era
como el de un bebé que recién sale a la luz del mundo. Él recibió la
alimentación necesaria para vivir y desarrollarse, pero poseía deseos pequeños
y era totalmente inconsciente de los procesos que se sucedían en él. Mientras
el alma tenga apenas un deseo tan pequeño y subdesarrollado de recibir la
abundancia, el Creador no puede llevar a cabo Su deseo original por el cual
creó al creado desde un principio, y colmarlo de placeres que este desee.
Por lo tanto, el placer que el alma siente es limitado. En otras
palabras, el componente principal que motiva los procesos espirituales es el
anhelo, el deseo del creado de recibir la abundancia del Creador.
Sin este deseo, el alma nunca podrá completar la meta de su
creación. Para acrecentar el deseo del alma, decide el Creador hacerla
transitar por un trayecto especial de maduración en la “casa del rey” y
enseñarle cómo recibir placer.
EQUIVALENCIA DE FORMA
Una de las leyes principales en la espiritualidad se llama en la
Cabalá: “ley de equivalencia de forma”. Esta ley determina que para ser iguales
al Creador, debemos asemejarnos a Él en nuestras cualidades; es decir, en
nuestra actitud interna con respecto a la vida. En la medida en que logremos
desarrollar en nuestro interior esta actitud hacia la realidad, entonces
estaremos “transmitiendo en la misma frecuencia” y podremos llenarnos con la
Luz Superior. Entonces, la relación que se desarrolla entre el Creador y el
creado en el principio de la Creación, se basa en que el Creador es bueno y
benefactor y quiere únicamente otorgarle al creado; sin embargo, la naturaleza
del creado es su deseo de recibir este beneficio.
Para implementar la meta de la Creación, y llenarse de placer infinito,
el creado debe combinar estas dos cualidades: la de recibir y la de otorgar.
Para enseñarle al creado cómo hacerlo, el Creador divide el alma general en dos
partes separadas: “mitad masculina” -cuyo atributo es el de otorgar- y “mitad
femenina”, cuyo atributo es el de recibir. A partir de ese momento, la parte
femenina es designada para recibir la abundancia del Creador, mientras que la
parte masculina recibe el papel de hacer el esfuerzo de asemejarse al Creador.
Sólo en la medida en que las dos partes cooperen y se unan entre ellas, podrán
crear un recipiente (Kli o vasija) común y perfecto en el que la Luz Superior
podrá permanecer. A continuar...
(Cabala Hoy, Edición #10)
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