Desde el momento del nacimiento y el inicio del movimiento espiritual de abajo hacia arriba, poco a poco la evolución espiritual del ser humano pasa por los mismos procesos, asciende por los mismos niveles por los que su alma descendió, pero ocurre en un orden inverso: de abajo hacia arriba.
Al estudiar el descenso de los niveles de arriba hacia abajo en la Cabalá, la persona despierta, como si fuera dentro de sí mismo un apremio por repetir estos procesos, aunque desde de abajo hacia arriba. La Luz circundante es despertada en ambos casos, pues se asocia con los grados, independientemente del hecho de que la persona misma no haya alcanzado aún esos grados.
La persona no se mueve: en sus sensaciones interiores pasa, viajando en sentido contrario, todas las etapas de su creación − pero ahora por él mismo – creándose a sí mismo.
Se crea a sí mismo y a una pantalla para sus deseos, produciendo todos los grados dentro de sí. Como resultado, poco a poco alcanza el Creador 620 más veces de lo que su alma lo hizo antes de vestirse en el cuerpo.
Entonces, ¡qué gran posibilidad nos fue otorgada por el Creador! ¡El ser humano se convierte más en creador por su propia condición, que el mismo Creador!
Alcanzando cada grado, el ser humano aprende la causa original de su condición y descubre que el Creador ha preparado todo con antelación. Y la aparente sensación de que él mismo ha alcanzado este grado fue inculcado en sus propiedades cuando descendió de arriba hacia abajo.
Tal es la perfección del logro: ¡por un lado, el ser humano, por el otro, ¡el Creador! La acción es intercambiable e inseparable: el ser humano hace todo, el Creador hace todo. Y después, se funden en cada grado espiritual al que la persona asciende.
La Cabalá llama a esta doble percepción de un ser humano − que todo depende del Creador y, simultáneamente, todo depende de un ser humano – “la gobernanza de HaVaYaH – ELOKIM”, el doble gobierno.
En los grados espirituales, el doble gobierno se une a la percepción del hombre, al igual que las nociones de tiempo: los estados de detección pasado, presente y futuro. Sin embargo, la conciencia de sí mismo, de su “yo” continúa.
Nuestro idioma no tiene palabras para describir esta sensación espiritual, que no tiene análogos en el mundo. Esto se debe a que en nuestro mundo hay una definición estricta de toda causa y su efecto estrictamente definidos.
Así pues, ya sea el ser humano o el Creador pueden actuar como la causa, pero nunca puede ser que todo dependa sólo del ser humano y, al mismo tiempo, todo dependa únicamente del Creador. Esto contradice nuestro razonamiento: “todo depende de mí y, al mismo tiempo, todo está predeterminado”. Sólo después de la liberación de uno mismo de la “tierra” puede entender el ser humano que no existe ninguna contradicción en esto.
(kabbalah.info/es)
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