La Cabalá nos explica que el cumplimiento correcto y
consistente de las leyes espirituales nos conduce a la unión con el
Creador. ¿Sin embargo, qué significa la palabra unión? En efecto, debido a las limitaciones del tiempo,
del espacio tridimensional y de los deseos del cuerpo, nuestros pensamientos no
pueden concebir al Creador. Por lo tanto, mientras que nuestros
pensamientos estén restringidos por estas limitantes, no podemos ser objetivos.
A medida que el
hombre trasciende su ego, se transforman el deseo de recibir, las definiciones
del tiempo, espacio y movimiento. Adquieren una dimensión
espiritual. A ese nivel, controlamos nuestro deseo de recibir, que ya no
nos gobierna más. Nuestros pensamientos no dependen ya del deseo de recibir
y, por consiguiente, son objetivos.
De lo anterior se deduce que la Cabalá le permite al hombre adquirir en sus atributos y sus acciones una equivalencia con el Creador, que es el medio para acercarse a Él. La sabiduría nos aconseja adherirnos a Sus actos, ser bondadoso, afectuoso y tan humilde como es Él. ¿Cómo podemos estar seguros, sin embargo, que las acciones del Creador y el Creador mismo son iguales? Lo que es más, ¿por qué tengo que adherirme a Él imitando sus actos?
En el mundo físico,
la unión o la adhesión, son consideradas como un acercamiento entre los
objetos, mientras que la separación se caracteriza por el alejamiento de un
objeto con respecto a otro. En cambio, en el reino espiritual no existen
los conceptos del tiempo, el espacio o el movimiento. Por este motivo la
equivalencia de los atributos entre dos objetos espirituales ejerce una
atracción entre ellos y la diferencia de los atributos los separa. No puede
existir adhesión o separación (al contrario del mundo físico) ya que el objeto
espiritual por sí mismo no tiene volumen.
Lo mismo que un
hacha parte un objeto físico en dos, la aparición de un nuevo atributo en
un objeto espiritual lo divide en dos. Así es que si la diferencia de
atributos es insignificante, los objetos espirituales estarán
cerca. Entre mayor sea la diferencia de los atributos, más grande
será la distancia que los separe. Si experimentan amor el uno por el
otro, espiritualmente están "cerca" y la distancia entre su
envoltura material no tiene importancia. La relación entre ellos la va a
determinar la afinidad espiritual.
Si a alguien le gusta algo que otra persona detesta, la distancia entre los dos dependerá de la divergencia de ideas y de sentimientos. Si a uno de ellos le gusta todo lo que el otro detesta, se les va a considerar como totalmente opuestos.
Vemos así que en el mundo espiritual (el mundo de los deseos) la semejanza o la diferencia entre las aspiraciones, los deseos, las ideas y los atributos es como el hacha que parte la espiritualidad en fragmentos. La distancia entre los objetos espirituales la determina el grado de desigualdad de los sentimientos y los atributos.
En consecuencia, si seguimos la voluntad del Creador, nos adherimos a Sus sentimientos, Sus pensamientos, nos acercaremos a Él. Puesto que el Creador sólo obra por el bien de sus criaturas, de igual forma debemos desear lo mejor al prójimo y ser bondadosos con todos. Desde luego, como vivimos en un mundo material, todo lo que necesitamos para la supervivencia del organismo no se considera una manifestación de egoísmo.
¿Podemos hacer el bien a los demás sin rastro de egoísmo? Después de todo, el Creador nos creó como egoístas absolutos con un deseo de disfrutar. No podemos modificar nuestra naturaleza y aún cuando nos portemos bien con todos, intentamos beneficiarnos con ello consciente o inconscientemente. A menos que obtengamos algún provecho no daremos un solo paso en pro del prójimo.
En efecto, los hombres no tienen poder para transformar su naturaleza egoísta, mucho menos transformarla en algo totalmente opuesto (hacer prueba de bondad sin esperar una retribución bajo la forma de reconocimiento, tranquilidad, notoriedad o dinero). Por esta razón se nos dio el método para cumplir las leyes espirituales con la Cabala. No existe otro procedimiento que pueda cambiar nuestra naturaleza.
El cuerpo y sus órganos forman un solo conjunto intercambiando sin cesar sensaciones e información. Por ejemplo, si el cuerpo advierte que uno de sus componentes puede mejorar las condiciones generales del organismo entero, este componente de inmediato lo registra y satisface el deseo. En caso de que alguno de sus componentes sufra, el organismo de inmediato lo percibe e intenta resolver la situación.
A partir de este ejemplo, podemos comprender el estado del hombre, o más bien el estado del alma que logra acceder a la unidad con el Creador. Antes de encarnarse el alma formaba parte de un todo con el Creador. Desgraciadamente, una vez encarnada, el alma se separa completamente de Él debido a la diferencia que existe entre los atributos del Creador y del organismo.
Lo anterior significa que al conferir la sensación de egoísmo al alma, el Creador creó algo distinto fuera de Él, puesto que los diferencia en el deseo separa los objetos en el mundo espiritual. En consecuencia, el objeto (el alma) y el egoísmo (el cuerpo) se convierten en elementos separados. De igual forma, el hombre se encuentra muy alejado del Creador como si al cuerpo se le hubiera seccionado un órgano. Es tan grande la distancia que los separa que el hombre sólo puede creer en Él mas no puede conocerlo.
De esta forma, si logramos unirnos al Creador mediante la equivalencia de nuestros atributos con los Suyos (que conseguiremos si cumplimos las leyes espirituales y cambiamos nuestro egoísmo, que es lo que nos separa del Creador, por el altruismo) nos adentraremos en Sus pensamientos, y en Sus deseos. Descubriremos los secretos de la Cabalá ya que los pensamientos del Creador son los secretos del universo.
("Conceptos Fundamentales de Cabalá", Rav. Dr. Michael Laitman, kabbalah.info/es)
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